El «Dios contra el aburrimiento» de los románticos

Safranski, Rüdiger. 2018. Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán, Tusquets Editores: 187-188.

Durante largo tiempo, el misterio no necesitó ninguna defensa especial. Cuando la investigación empírica de la realidad externa no esta tan desarrollada todavía, los hombres se hallaban envueltos en lo inexplicable, lo oscuro y numinoso. Mientras todavía eran rudimentarios los sistemas de seguridad mediante el saber, la técnica y la organización, se trataba ante todo de sacar a la luz el misterio tanto como fuera posible y, además, de hacerse propicio de algún modo lo misterioso y divino. Cuando las sociedades modernas comienzan a cuidar mejor la seguridad, naturalmente el vínculo religioso se hace más débil. Sólo entonces puede abrirse paso la necesidad de defender el misterio, por la simple razón de que éste ya no es amenazador. En esta situación se hace amenazadora otra cosa, a saber, los sentimientos de sinsentido y de aburrimiento ante una vida supuestamente clara como el día, segura y reglamentada. entonces se pregunta, ya no por un Dios para la seguridad, sino por un Dios contra el aburrimiento.

Este Dios contra el aburrimiento es el romántico. Los románticos necesitan un Dios estético, no tanto un Dios que ayuda y protege y funda la moral, cuanto un Dios que envuelve de nuevo el mundo en el misterio. Sólo así puede evitarse el gran bostezo ante un mundo desencantado hasta el nihilismo. La modernidad de los románticos radica en que eran artistas metafísicos de la distracción en un sentido muy exigente, pues sabían con toda exactitud que necesitaban ser distraídos (unterhalten) o, más exactamente, mantenidos abajo (unter-gehalten) los que están en peligro de precipitarse. Y así se sentían a sí mismos los románticos, como expuestos al peligro de caer, y esto los convierte en nuestros contemporáneos. La conciencia premoderna no podía imaginarse una caída del mundo. Siempre había un más allá. Sólo la modernidad se ve confrontada con la finitud sin un sostén metafísico; ya no cuenta con la evidencia de estar soportada por un mundo henchido de sentido. La inmensidad de los espacios en los que nos perdemos como un átomo, el zumbido del tiempo, la indiferencia de la materia frente a nuestra conciencia en busca de sentido, los mecanismos anónimos de la vida social, ofrecen pocos apoyos. Más bien, podrían paralizar o precipitar en la desesperación, si no se ofrece algo contra ello. En la existencia cotidiana son el trabajo y la costumbre los que estrechan la mirada, y por eso protegen. Para los románticos, es demasiado poco; contra la amenaza del aburrimiento ponen en juego la bella confusión, a la que llaman «romantizar».

Pero la ironía romántica sabe también que «romantizar» es un encantamiento a través de lo irreal. Y por eso el Romanticismo descubre su secreto industrial, el irónico «como si», allí donde es más romántico.

El poema «Noche de luna» de Eichendorff comienza así:

Era como si el cielo

la tierra hubiera besado;

y en floreciente destello

tenía de qué estar soñando.

Y mi alma tendía

todo el ancho de sus alas,

en silencio las batía

como si volara a casa.

Joseph von Eichendorff, Werke, edición de Wolfgang Frühwald, Brigitte Schillbach y Hartwig Schultz, Frankfurt del Meno, 1985-1993, vol./pág. II/229.
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Reseña: «Encubrimiento y verdad. Algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual» en «Conocimiento y acción. Revista de humanidades»

Montoya Camacho y Giménez Amaya parecen desterrar del discurso toda pretensión de agotar las preguntas a través de clichés o de reivindicaciones infructuosas. Por eso, el libro es un comienzo realista y una promesa de investigación ilusionante. La segunda decisión es haber apostado por un refuerzo intelectual lleno de frescura porque está arraigado en la actualidad. Venida directamente de la mano de un grupo de pensadores del siglo XX y XXI -cuya clarividencia debiera ser imperativo del cambio-, la conversación que promueven Montoya Camacho y Giménez Amaya está bien situada en el tiempo histórico. No es fácil lograrlo: suele suceder que el análisis sociológico implícito (dado que la realidad del mundo hoy se presenta dramática) apunta a una destrucción total, a una “vuelta a la barbarie” imposible de frenar en su conjunto. Oponiéndose a esa orientación, el libro apela a la inteligencia y la conciencia de cada persona como palancas para el auténtico cambio.

Puedes leer el resto de la reseña a continuación: Reseña de «Encubrimiento y verdad. Algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual» en Conocimiento y acción. Revista de humanidades.

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Artículo: «Tecnología y poder: el encubrimiento moderno de los fines naturales de la tekné»

Una de las características principales del desarrollo de la modernidad ha sido el encubrimiento de los fines naturales de la técnica. En este artículo profundizamos en esa desnaturalización, que ha hecho de la tecnología un elemento susceptible de estar al servicio de un poder deshumanizante. Sostenemos que este proceso ha llevado al oscurecimiento de una visión natural del ser humano que evita fundamentar la integración de su vida con el bien de la sociedad. Por tanto, se percibe en la actualidad un desgajamiento entre los fines naturales de la humanidad y los elementos técnicos que solo puede ser corregido por el potenciamiento de los vínculos dentro de una comunidad. Con este marco, analizamos los problemas que derivan del planteamiento moderno desde las perspectivas antropológica, ética y sociológica.

La reducción utilitaria de la vida humana que propicia la técnica, que identificamos como parte del proceso de la Modernidad en este artículo, se encuentra a la base de un cierto vaciamiento ontológico, relacionado con la noción de “verdad”, que no podemos detallar aquí, y para el cual remitimos a otro trabajo publicado por los autores de este artículo, cuya bibliografía es abundante (Montoya Camacho y Giménez Amaya, 2021). Para comprender esta dinámica, es importante advertir que existen factores de esta reducción que remiten a otra, de tipo gnoseológico, y con serias consecuencias éticas. Esta reducción gnoseológica, va de la mano de la evolución del pensamiento científico, desde la noción aristotélica clásica de la Física y la Metafísica, pasando por empiristas y materialistas hasta terminar en los positivistas y el biologismo contemporáneo. En esta sección, ponemos el acento en el consumismo y la tecnificación surgida en la revolución industrial por considerar ambos factores, vinculados al poder humano, como un revulsivo de la reducción utilitaria de la que hablamos, y que se origina en el modo como la Modernidad plantea la finalidad del conocimiento humano, volcado a lo empírico. Por supuesto, entendemos que es esencial considerar la evolución del conocimiento científico para comprender tal vaciamiento dentro del marco del mecanicismo que aqueja este campo del saber desde hace siglos. Sin embargo, esto excede el objetivo de estas líneas, puesto que remite a la historia de la Filosofía de la ciencia como disciplina, la cual puede apreciarse en sus aspectos más importantes en la obra de Mariano Artigas (Artigas, 2003). En todo caso, no hay que olvidar que la evolución de la ciencia y la reflexión sobre la misma, según algunos historiadores, parece haberse desarrollado continuamente como consecuencia de una necesaria demanda de cambios de la vida humana, en sus contextos sociales, económicos y políticos. De este modo, se enmarcan las específicas revoluciones intelectuales, propiciadas por determinados científicos y filósofos, en su verdadero contexto histórico (Shapin, 2000). Pensamos que se trata de una dinámica circular entre la demanda de la vitalidad humana y el pensamiento intelectual. Este es el planteamiento de este artículo que pone un especial acento en los aspectos culturales de los temas indicados.

Puedes leer el artículo en Cuadernos de Pensamiento, 35, pp. 71-104: https://doi.org/10.51743/cpe.323

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El aburrimiento de los ilustrados y románticos modernos

Safranski, Rüdiger. 2018. Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán, Tusquets Editores: 183-184.

Con los románticos, el aburrimiento aparece como el gran tema de la modernidad.

Kant define el aburrimiento como «hastío de la propia existencia por el vacío de sensaciones en el ánimo, a las que éste aspira incesantemente». Este «hastío» puede crecer hasta el «horror», que Kant llama «horror vacui». Kant, como antes Pascal, evita hablar de aquel vacío que es una consecuencia del alejamiento de Dios. Si Dios es lo sublime, el vacío perdido es su sombra: lo negativamente sublime, la nada. En el aburrimiento, dice Pascal, el hombre «en lo profundo de su alma» siente esta nada, este vacío. No puedes soportarla «sin pasión, sin actividad, sin distracción». Y así surgen, de acuerdo con Pascal, el ajetreo y el tráfago modernos.

Los «grandes», escribe, por ejemplo, Montesquieu, están tan enredados en sus juegos de poder y en su despliegue representativo, que permanecen cerradas para ellos las «alegrías psíquicas» del ser activo. «Su grandeza les obliga a aburrirse». Y resume lacónicamente este pensamiento: «Todos los príncipes se aburren: una prueba de esto es que van de caza». Otros se han expresado con mayor acritud todavía diciendo: puesto que los grandes señores se aburren, van a la guerra. Rousseau, cuyos estímulos repercuten en Kant, asume esta idea, que ve en el aburrimiento una enfermedad propia de las elites:

El pueblo no se aburre;  lleva una vida activa […].  La alternancia entre largo trabajo y breve musa es el condimento de sus distracciones.  El azote de los ricos es el aburrimiento. En medio de muchas y costosas distracciones, en medio de tanta gente que se afana por agradarles, se aburren mortalmente. Pasan su vida huyendo del aburrimiento, para ser de nuevo su presa.

Emile, ou de I’éducation, IV libre, p. 438, ed. Richard

Por tanto, entre Pascal y Kant, en el análisis del aburrimiento se ceja paulatinamente en el esfuerzo por resaltar la relación negativa con Dios. La nada del aburrimiento había perdido, por el momento, su sublimidad depresiva. Esto cambia dramáticamente en el Romanticismo. ¿Por qué?

Los románticos habían pasado a través de la escuela de la sensibilidad, de la filosofía de la reflexión y del culto al yo. Con ello, todo se convirtió más en una vivencia del yo que en una vivencia de la realidad. Esta subjetivación iba a tener consecuencias. En las pseudónimas Vigilias de Buenaventura, el aburrimiento se describe de forma penetrante como la euforia del malhumor del yo:

Había dejado de pensar en cualquier otra cosa, y me pensaba tan solo a mí mismo: ningún objeto podía encontrarse a mi alrededor fuera del gran y terrible yo, que se alimentaba de sí mismo, y en el devorarse volvía siempre a engendrarse a sí mismo. Yo  no me hundía, pues ya no había más espacio, lo mismo que no tenía sensación de levantar el vuelo. La variedad había desaparecido a su vez con el tiempo, y reinaba un terrible aburrimiento eternamente desértico. Intenté aniquilarme y salir fuera de mí, pero resistí y me sentí inmortal.

Die Nachtwachen des Bonaventura, edición de Wolfgang Paulsen, Stuttgart, 1964, p. 122

La relación romántica consigo mismo, que se cerciora de su participación en el espíritu inmortal, es conducida al absurdo de forma casi paródica: puede sentirse inmortal, pero inmortalmente aburrida.

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Leo Strauss: ¿Atenas o Jerusalén?

Strauss, Leo. 1993. «Nicolás Maquiavelo», Historia de la filosofía política, L. Strauss y J. Cropsey (eds.), Fondo de Cultura Económica: 286.

Los hombres a menudo hablan de virtud sin emplear la palabra sino diciendo, en cambio, «la calidad de vida» o «la gran sociedad» o «ético» o aún «justo». Pero, ¿sabemos lo que es la virtud? Sócrates llegó a la conclusión de que causa el mayor bien al ser humano hacer, diariamente, discursos acerca de la virtud… al parecer sin encontrarle nunca una definición satisfactoria por completo. Sin embargo, si buscamos la respuesta más elaborada y menos ambigua a esta pregunta verdaderamente vital, debemos volvernos hacia la Ética de Aristóteles. Ahí leemos entre otras cosas que hay una virtud de primer orden llamada magnanimidad: el hábito de exigir los más altos honores para sí mismo, en el entendimiento de que se es digno de ellos. También leemos allí que el sentido de la vergüenza no es una virtud: el sentido de la vergüenza es apropiado para los jóvenes que, debido a su inmadurez, no pueden dejar de cometer errores, pero no para hombres maduros y bien educados que simplemente hacen siempre las cosas debidas y apropiadas. Por muy maravilloso que sea todo esto… hemos recibido un mensaje muy distinto de otro lugar muy distinto. Cuando el profeta Isaías recibió su vocación, quedó abrumado por el sentido de su indignidad: «Soy un hombre de labios impuros y entre un pueblo de labios impuros habito». Esto equivale a una condenación implícita de la magnanimidad y a una reivindicación implícita del sentido de la vergüenza. La razón de ello aparece en el contexto: «Santo, Santo, Santo es el señor de los ejércitos». No hay dios santo para Aristóteles ni para los griegos en general ¿Quién tiene razón, los griegos o los judíos? ¿Atenas o Jerusalén? ¿Y cómo proceder para descubrir quién está en lo cierto? ¿No hemos de reconocer que la sabiduría humana es incapaz de zanjar la cuestión y que cada respuesta se basa en un acto de fe? Pero, ¿no constituye esto la derrota completa y final de Atenas? Pues una filosofía basada en la fe deja de ser filosofía. Tal vez sea este conflicto no resuelto el que ha impedido al pensamiento occidental encontrar el reposo. Acaso sea este conflicto el que se encuentra en una especie de pensamiento que es realmente filosófico pero que ya no es griego: la filosofía moderna.

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Alejandro Vigo: La labor del filósofo en la actualidad

El profesor Alejandro Vigo interviene en el Coloquio Permanente del Instituto de Filosofía de la Universidad San Sebastián (Chile), donde habla de la importancia de recuperar la cultura filosófica en la formación de los filósofos. Ésta se ha visto mermada por la excesiva especialización a la que se ha visto sometida la investigación en este campo, siguiendo uno de los rasgos propios del pensamiento de la Modernidad, que ha terminado por instaurar una única metodología a todos los campos del saber universitario.

En un ejercicio socrático, Alejandro Vigo habla sobre la filosofía especializada, que en la actualidad, parece que ha perdido el empeño por filosofar, un hábito que solo se puede cultivar a través de la lectura de los grandes autores de la historia del pensamiento. El profesor Vigo se pregunta: «¿seguirá siendo en el futuro la Universidad el lugar del pensamiento y del conocimiento, o se ha vuelto cada vez más hostil a todo eso? Parece que se ha vuelto un lugar en el que uno se lo pasa bien haciendo una función administrativa, pero que en cuanto quiere hacer una cosa distinta de esa, uno es considerado un forastero, (…) alguien que pertenece a otro lugar».

Además, critica la tarea actual de quienes se hacen llamar filósofos, la cual ha decantado en tratar de influir en la cultura de un modo inmediato. Esta es una evidencia de que la filosofía ha pasado a ser considerada como el campo de las opiniones, y no del pensamiento o del conocimiento. Por tanto, despertar un nuevo interés por la filosofía no puede fundamentarse en una solución tecnocrática, incrementando las horas dedicadas a esta materia o disciplina. En la actualidad eso parece una tarea que no cumple el fin propio de la filosofía, teniendo en cuenta la fuerte carga ideológica en la que se encuentra la escuela, y que se hace extensiva a los estudios universitarios. El cambio, sugiere el profesor Vigo, se encuentra en abandonar el deseo de la influencia inmediata sobre la sociedad. En efecto, la inmediatez no carece de inocencia, y se muestra con una inflexión barbárica desde el momento que hace que se olviden las verdaderas cuestiones de fondo que deben ser pensadas.

La labor del filósofo en la actualidad: Alejandro Vigo
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Miguel García-Baró: La persona y el fenómeno de la verdad

La primera sesión del Seminario permanente de Antropología filosófica, dentro del primer ciclo de Teorías contemporáneas de la persona, organizado por Hápax. Instituto de Ciencias de la Acción, tuvo lugar el 24 de agosto del 2021. En ella, Miguel García-Baró presentó su propia teoría de la persona como la vía de renovación de la filosofía primera y de la actividad del filosofar mismo, en su significado más genuino. Para el pensador español, la filosofía no nace del paso del mito al logos, sino cuando el ser humano descubre que es “el ser al que le pasan cosas” porque le acompaña el fenómeno de la verdad, el cual supone una revelación de lo que le ocurre. El ejercicio filosófico, entonces, consiste en la reflexión nacida tras la experiencia originaria de “la individualidad expuesta”. Así, concluyó García-Baró, cada ser humano es un Hápax. Es decir, cada hombre es único, individual e irrepetible. Sin, por otra parte, perder de vista que la individualidad del ser humano solo florece en el contexto de una libertad que ante todo es apertura al misterio de lo que está por venir, de suyo inobjetivable.

Teorías contemporáneas de la persona: Miguel García-Baró
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Recensión: «Encubrimiento y verdad. Algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual» en Scripta Theologica

Sin duda, a los autores de este libro se les puede reconocer valentía y audacia. No tienen miedo de entrar en cuestiones de fondo. En parte porque se saben bien pertrechados del buen hacer de otros pensadores; y en parte porque han reflexionado con la profundidad de quien no rehúye los puntos espinosos. Cualquier análisis de este calibre siempre parecerá incompleto, pero la clave es si en lo que señala es certero. Y parece que sí. Ya Christopher Dawson intuyó la decadencia de Occidente hace más de medio siglo y lo achacaba a que las religiones son el alma de las culturas y cuando una cultura pierde su alma lo que le queda es la descomposición o, podríamos decir, una reanimación de urgencia. Al ser católico también vivía de Esperanza y de lo que el Espíritu Santo puede hacer, pero con el sentido de responsabilidad de quien se sabe llamado no solo a ser profeta de calamidades sino proclamador de una Palabra capaz de vivificar hasta unos huesos.

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¿Qué son los cuidados paliativos?

Conferencia con el Dr. Carlos Centeno, especialista en Oncología, Bioética y Medicina Paliativa. Director del Servicio de Medicina paliativa de la Clínica Universidad de Navarra e investigador principal del ATLANTES Global Observatory of Palliative Care del Instituto Cultura y Sociedad.​

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El encubrimiento de la verdad en nuestro mundo moderno

El desvelamiento de la verdad solo acontece en la relación que se establece entre la subjetividad, la naturaleza humana y la vocación personal.

¿Qué ocurre con la valoración subjetiva de la verdad como aprehensión y transmisión sincera y elocuente de lo que pensamos, sin ánimos de encubrir nada, en nuestro mundo moderno? ¿Es posible que la configuración de nuestra sociedad nos lleve a fijarnos en valores menos relevantes que otros que sí lo son, haciendo que la verdad de la realidad se vea afectada sin que pensemos lo suficiente sobre ello? Si ese fuera el caso, ¿qué tipo de análisis gnoseológico podría desvelar esta dolencia antropológica y ética?

Puedes leer el resto del artículo a través de Inspiratio: Hápax. Instituto de Ciencias de la Acción

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