Aristóteles y el principio de plenitud

Llano, Alejandro. 2011. Metafísica y lenguaje, 3ra ed., EUNSA: 268-272.

Como recuerda Klaus Jacobi [1], Arthur Lovejoy formuló en su libro La gran cadena del ser (1936) el llamado principio de plenitud, según el cual ninguna genuina posibilidad puede permanecer siempre sin realizarse, es decir, que lo que nunca se realiza, no es posible [2].

Lovejoy mantenía que este principio se originó en la antigua tradición platónica, pero que Aristóteles no lo adoptó, ya que –desde sus principios metafísicos- no podía hacerlo [3]. En cambio Jaako Hintikka defiende que justamente lo contrario es cierto: que Platón rechazó en lo fundamental el principio de plenitud, mientras que Aristóteles, no sólo se inclinaba a pensar que es verdadero, sino que hizo un uso consciente de él en argumentaciones filosóficamente relevantes y dio razones a su favor [4].

Según Hintikka [5] y su discipula Simo Knuutila [6], Aristóteles defiende el principio de plenitud cuando afirma: “Está claro que no cabe que sea verdad decir que algo es posible pero no sucederá, puesto que entonces desaparecerían los imposibles” [7]. De este texto deducen que Aristóteles mantiene que todo lo posible ocurrirá. Ahora bien, esto implicaría que todo lo que sucede tenía que suceder, ya que era posible. Con lo cual, Aristóteles borraría las diferencias entre lo posible, o actual y lo necesario: renunciaría a su ontología modal analógica, para aceptar .en una versión aparentemente matizada, pero realmente ampliada- el univocismo megárico. Para hacer justicia al texto aristotélico, es imprescindible, en primer lugar, atender a su literalidad, en la que se manifiesta claramente que se está hablando de la posibilidad veritativa y no de la potencia real. Se habla en él de un dictum, no de una res. Aristóteles no excluye –como hemos visto, lo sostiene unas líneas más arriba- que una potencia real no llegue nunca a actualizarse; lo que rechaza –como dice Jacobi [8] – es la afirmación prognóstica ‘Algo es posible, pero no sucederá’, ya que –referida a la totalidad de lo porvenir- implica que de algo se dice que es, a la vez, posible e imposible. El propio Lovejoy –no sin alguna imprecisión conceptual- acertaba en lo fundamental cuando veía en este texto la indicación de que no podemos aseverar que algo posible nunca existirá, sin que ello implique que todo lo posible tenga que existir  en algún momento; y, desde luego, no es un pasaje en el que se pueda apoyar la supuesta admisión del principio de plenitud por parte de Aristóteles, como han pretendido –dice Lovejoy- algunos filósofos medievales y modernos [9], en línea de los cuales se situarían años después Hintikka y sus seguidores.

Decididamente, Aristóteles no puede aceptar el principio de plenitud para el mundo de lo generable y corruptible, porque su metafísica mantiene, como una de sus tesis capitales, precisamente lo contrario: la no-plenitud de las cosas mundanas, abierta siempre a ulteriores determinaciones, que se actualizarán o no se actualizarán. Este principio de no-plenitud podría enunciarse así: las cosas no son ni serán todo lo que pueden ser, porque no son plenamente lo que son. Ninguna de ellas se identifica plenamente con su esencia[10], ni –por tanto- es por entero lo que ella misma es. Ninguna de las cosas físicas es puro acto, ni consiste sólo en su eidos, sino que esa forma está recibida en una materia potencial y es, a su vez, sujeto de las determinaciones accidentales que le sobrevienen. Lo paradójico de tal situación provoca la admiración filosófica, que dispara una indagación en la cual se descubre la potencia como principio real de no-plenitud. Hintikka cree encontrar también el principio de plenitud en la tertia via tomista [11]. Tomás de Aquino apelaría a este principio cuando mantiene: “Quod possible est non esse, quandoque non est” [12]; de suerte que, si todas las cosas existieran contingentemente, tendría que haber un tiempo en el que nada existiría. Parece pues como si Tomás de Aquino mantuviera que las cosas que presentan posibilidad de no ser, tendrían que llegar –en un tiempo suficientemente largo- a no ser, porque, en caso contrario, tal posibilidad no sería real. Sin entrar en la discusión pormenorizada de la prueba, cabe –para nuestro propósito- señalar que la argumentación tomista tiene un sentido muy diverso –opuesto, incluso- al que pretende Hintikka. No intenta Tomás atribuir plenitud a las cosas contingentes, que no son plenamente ni llegan a actualizar todas sus posibilidades, justamente porque –entre ellas- figura la posibilidad de dejar de ser. Pero no cabe admitir un universo exclusivamente modalizado por la posibilidad, ya que entonces carecería de toda consistencia y se desvanecería en la completa ausencia de plenitud, en el no-ser. Por eso, y tal es el nervio de la prueba, si hay lo contingente, tiene que haber lo necesario: “Non ergo omnia entia sunt possibilia, ser oportet aliquid ese necessarium in rebus[13]. Y sería, en todo caso, a esas cosas necesarias a las que cabría aplicar el principio de plenitud pero justamente a lo que tuvieran de necesarias: no en lo que tuvieran de contingentes. Porque, fuera del Ens necessarium nada es en rigor del todo necesario (ni del todo contingente). En diversas “proporciones”, todas las cosas tienen una dimensión de relativa plenitud –su esencia o modo necesario de ser-, que es paradójicamente compatible con su dimensión de no-plenitud: su no ser plenamente lo que son, su poder ser de otra manera.

 


[1] K. Jacobi, Aussagen über Ereignisse. Modal- und zeitlogische Analysen in der mittelalteriche Logik. “Anuario Filosófico”, 16-1, 1983, pp. 91 ss. Cfr. Del mismo autor. Die Modalbegriffe im den Logischen Schriften des Wilhelm von Shyreswood und in anderen Kompedien des 12 und 13 jahrhunderts, Brill, Leiden, 1980.

[2] “It is the strange and pregnant theorem of ‘fullness’ of the realization of conceptual possibility in actually, that, in conjuntion with two other ideas usually associated with it and commonly regarded as implied by it, is to be the principal topic of these lectures (…). I shall call it the principle of plenitude, but shall use the term to cover wider range of inferences from premises identical with Plato’s than he himself draws; i.e., not only the that the universe is a plenum formarum in wich the range of conceivable diversity of kinds of living things is exhaustively exemplified, but also any other deductions from the assumption that no genuine potentiality of being can remain unfulfilled, that the extent and abundance of the creation must be as great as the possibility of existence and commensurate with the productive capacity of a ‘perfect’ and inexhaustible Source, and that the world is the better, the more things it contains”. A. D. Lovejoy., The Great Chain of Being. A Study of the History of an Idea. Harper & Row, Nueva York, 1967, p. 52.

[3] A. D. Lovejoy, The Great Chain of Being, p. 55. El autor mantiene que Aristóteles, de hecho, rechazó formalmente este principio; para mostrar lo cual remite a estos dos pasajes: “No es necesario que todo lo posible exista en acto”. Metaph., III, 6, 1003  a 2; “ Es posible que lo que tiene potencia no la actualice”. Metaph., XII, 6, 1071  b 13-14.

[4] J. Hintikka, Time and Necessity. Studies in Aristotle’s Theory of Modality. Clarendom, Oxford, 1975, reimp., p. 95.

[5] J. Hintikka, Time and Necessity, p. 107 ss. Cfr. Hintikka, J., Necessity, Universality and Time in Aristotle. En Articles on Aristotle (3. Metaphysics). Eds. Barnes J.; Schofield, M., y Sorabji, R. Duckworth, Londres, 1979, pp. 108-124.

[6] S. Knuutila, S., Time and Modality in Scholasticism. En Reforging the Great Chain of Being. Studies of History of Modal Theories. Ed. Knuutila, S., Reidel, Dordrecht, 1981, pp. 166 ss.

[7] Metaph., IX, 4, 1047 b 2-6.

[8] K. Jacobi, Aussagen über Ereignisse, p. 95.

[9] «Aristotle is simple remarking that if a thing is not logically incapable of existing, i.e., does not involve contradiction we are not entitled to assert that will never exist in fact. For if it were possible to assert this, the distintion between that which is and which is not capable of existing would disappear. To be exempt from logical impossibility is to be a potential existent; only of that which is logically impossible can we know that it will never exist in fact. But the passage does not say that whatever is logically possible must at some time exist in fact. Nevertheless, it has been construed by some medieval and modern writers as an expression of the principle of plenitude». A. D. Lovejoy, The Great Chain of Being, p. 338, nota 38.

[10] Cfr. Metaph., VII, 6, 1031 b 18 ss.

[11] J. Hintikka, Gaps in the Great Chain of Being. En Reforming the Great Chain of Being. Ed. Knuutila, pp. 1-2. Una interesante –aunque, a mi juicio insatisfactoria- discusión analítica de esta prueba se encuentra en Kenny, A., The Five Ways. St Thomas Aquinas’ Proofs of God’s Existence. Routledge & Kegan Paul, Londres, 1972, reimp., pp. 46-49.

[12] S. Th., I, q. 2, a. 2.

[13] S. Th., I, q. 2, a. 2.

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of "Ethics", "Philosophical Anthropology", and "History of Contemporary Philosophy" at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
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