El aburrimiento de los ilustrados y románticos modernos

Safranski, Rüdiger. 2018. Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán, Tusquets Editores: 183-184.

Con los románticos, el aburrimiento aparece como el gran tema de la modernidad.

Kant define el aburrimiento como «hastío de la propia existencia por el vacío de sensaciones en el ánimo, a las que éste aspira incesantemente». Este «hastío» puede crecer hasta el «horror», que Kant llama «horror vacui». Kant, como antes Pascal, evita hablar de aquel vacío que es una consecuencia del alejamiento de Dios. Si Dios es lo sublime, el vacío perdido es su sombra: lo negativamente sublime, la nada. En el aburrimiento, dice Pascal, el hombre «en lo profundo de su alma» siente esta nada, este vacío. No puedes soportarla «sin pasión, sin actividad, sin distracción». Y así surgen, de acuerdo con Pascal, el ajetreo y el tráfago modernos.

Los «grandes», escribe, por ejemplo, Montesquieu, están tan enredados en sus juegos de poder y en su despliegue representativo, que permanecen cerradas para ellos las «alegrías psíquicas» del ser activo. «Su grandeza les obliga a aburrirse». Y resume lacónicamente este pensamiento: «Todos los príncipes se aburren: una prueba de esto es que van de caza». Otros se han expresado con mayor acritud todavía diciendo: puesto que los grandes señores se aburren, van a la guerra. Rousseau, cuyos estímulos repercuten en Kant, asume esta idea, que ve en el aburrimiento una enfermedad propia de las elites:

El pueblo no se aburre;  lleva una vida activa […].  La alternancia entre largo trabajo y breve musa es el condimento de sus distracciones.  El azote de los ricos es el aburrimiento. En medio de muchas y costosas distracciones, en medio de tanta gente que se afana por agradarles, se aburren mortalmente. Pasan su vida huyendo del aburrimiento, para ser de nuevo su presa.

Emile, ou de I’éducation, IV libre, p. 438, ed. Richard

Por tanto, entre Pascal y Kant, en el análisis del aburrimiento se ceja paulatinamente en el esfuerzo por resaltar la relación negativa con Dios. La nada del aburrimiento había perdido, por el momento, su sublimidad depresiva. Esto cambia dramáticamente en el Romanticismo. ¿Por qué?

Los románticos habían pasado a través de la escuela de la sensibilidad, de la filosofía de la reflexión y del culto al yo. Con ello, todo se convirtió más en una vivencia del yo que en una vivencia de la realidad. Esta subjetivación iba a tener consecuencias. En las pseudónimas Vigilias de Buenaventura, el aburrimiento se describe de forma penetrante como la euforia del malhumor del yo:

Había dejado de pensar en cualquier otra cosa, y me pensaba tan solo a mí mismo: ningún objeto podía encontrarse a mi alrededor fuera del gran y terrible yo, que se alimentaba de sí mismo, y en el devorarse volvía siempre a engendrarse a sí mismo. Yo  no me hundía, pues ya no había más espacio, lo mismo que no tenía sensación de levantar el vuelo. La variedad había desaparecido a su vez con el tiempo, y reinaba un terrible aburrimiento eternamente desértico. Intenté aniquilarme y salir fuera de mí, pero resistí y me sentí inmortal.

Die Nachtwachen des Bonaventura, edición de Wolfgang Paulsen, Stuttgart, 1964, p. 122

La relación romántica consigo mismo, que se cerciora de su participación en el espíritu inmortal, es conducida al absurdo de forma casi paródica: puede sentirse inmortal, pero inmortalmente aburrida.

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of "Ethics", "Philosophical Anthropology", and "History of Contemporary Philosophy" at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
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