Poder y responsabilidad

Guardini, Romano. 1982. El poder. Un intento de orientación, Ediciones Cristiandad: 17-19.

El efecto del poder es siempre una acción -o, al menos un dejar hacer-, hallándose, en cuanto tal, bajo la responsabilidad de una instancia humana, de una persona. Esto ocurre así aun en el caso de que el hombre que ejerce el poder no quiera la responsabilidad.

Más aún, eso ocurre aunque las cosas humanas estén en tal desorden o en tal falso orden que no resulte posible nombrar a ningún responsable. Cuando esto último sucede, cuando a la pregunta «¿Quién ha hecho esto?», no responden ya ni un «yo» ni un «nosotros», es decir, ni una persona ni una colectividad, el ejercicio del poder parece convertirse en un efecto de la naturaleza. Se tiene la impresión de que esto ocurre cada vez más frecuentemente, pues en el decurso de la evolución histórica el ejercicio del poder se hace de día en día más anónimo. La progresiva estatificación de los acontecimiento sociales, económicos y técnicos, así como las teorías materialistas que interpretan la historia como un proceso necesario, significan, desde nuestra perspectiva, el ensayo de suprimir el carácter de la responsabilidad, y de desligar el poder de la persona, convirtiendo su ejercicio en un fenómeno natural (1). En realidad, el carácter esencial del poder, en cuanto es una energía de la que responde una persona, no queda suprimido, sino sólo pervertido. Este estado se convierte en una culpa y produce efectos destructores (2).

Por sí mismo el poder no es ni bueno ni malo; sólo adquiere sentido por la decisión de quien lo usa. Más aún, por sí mismo no es ni constructivo ni destructor, sino sólo una posibilidad para cualquier cosa, pues es recogido esencialmente por la libertad. Cuando no es ésta la que le da un destino, es decir, cuando el hombre no quiere algo, entonces no ocurre absolutamente nada, o surge una mezcla de hábitos, impulsos inconexos, instigaciones ocasionales, es decir, aparece el caos.

(1) A esto parece oponerse un factor que aparece igualmente en este proceso: la dictadura. En la medida que desaparece la auténtica responsabilidad, brota la tendencia a resolver mediante decisiones autoritarias, o, por mejor decir, arbitrarias, la obligación de actuar. Pero examinando el problema con mayor detenimiento, se ve que los que esto hacen no tienen una auténtica responsabilidad, sino que, en cada caso, se dirigen por instancias diferentes que les ordenan y les mandan. Por su parte, la instancia suprema, a pesar de su independencia en el obrar, se sabe realizadora de una voluntad colectiva. Si ésta no se cumple, entonces el dictador es eliminado de igual forma que él elimina las instancias subordinadas, en la medida que muestran una iniciativa personal. Pero esto significa que el dictador no es otra cosa que el elemento constructivo opuesto al elemento colectivo. Ambos juntos suprimen la persona y forman el representante anónimo del poder.

(2) También Nietzsche, mediante su noción de la «inocencia del acto creador» intentó sustraer el uso del poder al ámbito de la responsabilidad -que es siempre desde luego una responsabilidad moral- y convertirlo en un proceso natural de grado superior, frente a cuya fuerza inflexible la conciencia de la obligación moral aparece, según él, como una enfermedad. Esta transferencia se produce en Nietzsche de un modo más sutil que en el colectivismo, pues mantiene en el primer momento la iniciativa del individuo. Y de este modo, en cuanto individuo, se convierte en una «naturaleza», en la cual actúan las energías de la tierra, del mundo, del Universo. En realidad es, de manera irremisible, una persona y, en cuanto tal, se encuentra esencialmente bajo la responsabilidad moral. En consecuencia, el presunto carácter natural así alcanzado no es otra cosa que apariencia y deserción.

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of "Ethics", "Philosophical Anthropology", and "History of Contemporary Philosophy" at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
Esta entrada fue publicada en Acción, Antropología, Ética, libertad, Pensando en... y etiquetada , , , . Guarda el enlace permanente.