Safranski, Rüdiger. 2018. Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán, Tusquets Editores: 179.
Los románticos llaman «filisteo» a quien se prescribe a sí mismo por completo a la utilidad. Un romántico se siente orgulloso de no ser filisteo, y presiente, sin embargo, que apenas podrá evitar serlo cuando se haga mayor. La expresión «filisteo» proviene de la jerga estudiantil y designa despectivamente en la época al no estudiante, o bien a una persona que lo fue, pero ahora está inmerso en la vida normal de la burguesía, sin las libertades estudiantiles. Para los románticos, el «filisteo» se convierte en emblema del hombre corriente por antonomasia, del cual quieren distanciarse. El filisteo no es simplemente alguien que aprecia lo normal, lo regular, pues a veces esto lo hacen también los románticos, sino alguien que explica de manera prosaica lo maravilloso, lo prodigioso, e intenta reducirlo a una medida normal. El filisteo es un hombre inmerso en el resentimiento, un hombre que toma lo extraordinario por ordinario e intenta empequeñecer lo sublime. Se trata, por tanto, de personas que se prohíben a sí mismas la sorpresa y la admiración. Esos seres, «se mueven eternamente en el círculo de sus amadas costumbres». No solo carecen de fantasía, sino que para ellos es además sospechoso todo el que la tiene en demasía. Quieren simplemente «seguir trotando en el mismo carril». Van siempre por el camino del medio. También los románticos necesitan un medio, pero, tal como se expresa Schleiermacher, no es el filisteo término medio, «que nunca se abandona», sino el «verdadero medio», que llevamos también con nosotros «en las rutas excéntricas del entusiasmo y de la energía».