Spaemann, Robert. 2014. Sobre Dios y el Mundo. Una autobiografía dialogada, Biblioteca Palabra, cap. VII.
«[E]n sentido propio no puede haber Filosofía de la historia. La Filosofía de la historia siempre pretende infundir a los acontecimientos un significado desde fuera de ellos. Entender teleológicamente el proceso histórico –en eso consiste una Filosofía de la historia– es algo que me resulta extraño. En ese aspecto mi referencia fue Karl Löwith, de cuyo libro «Historia universal y acontecimiento salvífico» [Weltgeschichte und Heilsgeschehen] me ocupé en su momento, cuando trabajaba en la editorial Kohlhammer. Tomemos, por ejemplo, a Agustín. En él hay ciertamente una orientación a un suceso, y que lo penetra todo de principio a fin: la historia de la salvación. En todo caso, esta no es lineal, algo parecido a un proceso guiado por un objetivo o meta, de manera que todo discurriera hacia una última situación del mundo, que resulta que es la mejor. Más bien se trata del Reino de Dios escondido, oculto, que se extiende en la historia hasta que se complete el número de los elegidos. Después llega el final. Agustín ensaya una Teología de la historia que me convencía más que todas las filosofías de la historia. La dinámica inmanente de la historia llega hasta el anticristo. Si la historia universal tiene una orientación, como supone toda Filosofía de la historia, entonces esa dirección está determinada por el segundo principio de la Termodinámica, es decir, por la ley de la entropía: la resolución de toda estructura plena de sentido a través de la muerte. Para Agustín, el reino de Dios no es la meta inmanente del desarrollo histórico, como le parecía a Teilhard de Chardin, sino algo que irrumpe desde fuera. Esto siempre me ha dado más luz que una filosofía que conciba teleológicamente el proceso histórico. Algo parecido ocurre con la teoría de la evolución. Se puede interpretar la evolución desde el punto de vista teleológico, como si saliera al encuentro del hombre. Solo creo en la auténtica teleología, la que se refiere a los organismos vivos individuales. Si la emergencia del hombre es la meta del proceso, entonces solo lo es en el sentido de que eso es un acontecimiento interno del mundo que está al servicio de una intención divina. Según Tomás de Aquino, Dios actúa a través de eventualidades lo mismo que por medio de las leyes naturales. Eso mismo pensaba Kant».