Romanticismo: los ideales del «genio» y del «alma bella»

Cruz Cruz, Juan. 2014. Existencia y nihilismo en Jacobi, Autoedición: 36-39.

A juicio de Max Wundt, [la] fuerza interna [de la figura del genio] se manifiesta, a lo largo del período prerromántico, bajo dos formas: como fuerza creadora y como fuerza contemplativa. Fuerza, al fin y al cabo. Se hace, en unos, fuerza creadora que determina y sella volitivamente, como concentración singular del fondo oscuro e infinito del ser humano, la realidad objetiva, a la que dota de una dimensión moral y estética: el genio plasma o configura una realidad buena, polarizada por la belleza. También, en otros, se expresa como fuerza contemplativa, como un acuciamiento sentimental, no racional, que sale a la realidad no tanto para transfigurarla cuanto para acogerla, para enriquecerse con su vida inagotable. En la creación y en la contemplación, el genio avanza mientras la realidad se sustrae a su incitación: la naturaleza es más poderosa que el genio. El Sturm und Drang tensa la oposición entre exigencia y realidad, jamás conciliables (Wundt, Max, Fichte-Forschungen, Stuttgart, 1929, 14-17). A la plasmación concreta del genio que ha realizado una interna figura humana bajo el valor jerárquico de lo estético llaman los prerrománticos «alma bella» (schöne Seele): un ideal moral y pedagógico de primerísima importancia en esta época.

La voz del corazón es a la vez el síntoma de la originalidad, de la personalidad, de la capacidad de autoafirmación. El apetito de innovación explica, además, la necesidad que todos sentían de viajar. A muchos de ellos la propia nación se les quedaba pequeña y hubieron de expatriarse por necesidad vital. Hacia 1775 cada escritor alemán quería configurar el sentido de su genio, de su peculiaridad individual.

Esa originalidad personal del genio es sentida por todos los prerrománticos como una participación de la divinidad, sea que adoptaran para explicarla una postura semipanteísta (como Hamann y Herder), sea que admitieran el teísmo tradicional (como Jacobi). En cualquier caso, el genio es el modelo ideal capaz de romper la frágil regla de la individualidad mediocre. Desde el punto de vista de la acción, se proyecta el genio en los dos principales orbes del ámbito práctico: el moral y el sociopolítico. En el campo moral aglutina su esfuerzo en torno al problema del amor, cuyas dimensiones eróticas o sexuales había la Ilustración refrenado dentro del matrimonio: el amor se legitima por sí mismo –vienen a decir–, y no por las instituciones que pretenden sancionarlo (Goethe había dibujado en Margarita o en Stella unas criaturas excepcionales que justifican por la sola nobleza de su corazón aquello que otros pudieran tachar de culpa). En el campo sociopolítico, se erige como norma de convivencia una actitud que lucha contra las reglas puramente abstractas y convencionales, lucha en la que incluso el delincuente se ennoblece (como en Los bandidos de Schiller).

Junto a esta incitación prerromántica, Jacobi muestra siempre una tendencia al equilibrio propio del clasicismo. Siente la necesidad de conciliar exigencia y realidad, considerando que la idea, lejos de oponerse frontalmente a lo real, puede configurar la realidad justo porque en el interior de ésta subsisten las mismas fuerzas que determinan la vida humana. El genio importa sólo relativamente, por cuanto lo absolutamente valioso es el genio conciliado, culturalizado, equilibrado en su integridad armónicamente, o sea, en una personalidad que no despliega ya desde su interior una fuerza unilateral. El genio se constituye en personalidad cuando hace justicia a todas las facetas y disposiciones naturales. «El Sturm und Drang –dice Max Wundt– estaba dirigido a lo característico. La particularidad única, tanto del hombre individual como del fenómeno natural, atrapaba su atención. Ahora (con el Klasizismus) es resucitado un viejo concepto platónico-aristotélico, que se renueva en todo clasicismo, según el cual todo lo individual logra su existencia y su esencia sólo por medio de una ley universal que habita en él. En cada figura determinada de la realidad está lo universal y lo particular, lo ideal y el ser sensible en unidad indisoluble, unidos entre sí. Y lo que otorga firmeza a lo concreto en la corriente ininterrumpida del mundo sensible es justo esta determinación ideal» (Wundt, Max, Fichte-Forschungen, Stuttgart, 1929, 37). La idea, para el clasicismo, no es una exigencia indeterminada, opuesta o extraña a la realidad y a la vida, sino la plenificación de la realidad, una fuerza que actúa naturalmente. De esta tendencia al clasicismo nace en muchos prerrománticos otro matizado concepto de «alma bella» (schöne Seele), un ideal de perfección moral vinculada equilibradamente al valor estético.

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of Ethics, Philosophical Anthropology, and History of Contemporary Philosophy at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
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