Ugarte Corcuera, Francisco. 2004. Del resentimiento al perdón. Una puerta a la felicidad, Rialp: 21.
La voluntad débil es también origen de resentimientos por otra razón, más sutil, pero ciertamente real. Al no alcanzar lo que desearía o al no lograr lo que se propone, la voluntad influye sobre el entendimiento para que éste deforme la realidad y quite valor a aquello que no ha podido conseguir. En otras palabras “el resentimiento consiste en una falsa actitud de respeto de los valores. Es una falta de objetividad en el juicio y de apreciación, que tiene su raíz en la flaqueza de la voluntad. En efecto, para alcanzar o realizar un valor más elevado hemos de poner un mayor esfuerzo de voluntad. Por lo cual, para liberarse subjetivamente de la obligación de poner ese esfuerzo, para convencerse de la inexistencia de ese valor, el hombre disminuye su importancia, le niega el respeto a que la virtud tiene derecho en la realidad, llega a ver en ella un mal a pesar de que la objetividad obliga a ver en ella un bien. Parece, pues, que el resentimiento posee los mismos rasgos característicos que el pecado capital de la pereza. Según Santo Tomás, la pereza (acedia) es ‘esa tristeza que proviene de la dificultad del bien’”[Wojtila, Karol, 1969, Amor y responsabilidad, Madrid, Razón y Fe: 157-158]