Llano, Alejandro. 2013. Deseo y amor, Ediciones Encuentro: 71.
No nos conformamos con menos que aquello que puede ser querido por sí mismo, a lo que los clásicos denominaban bien en sí. El objeto de nuestro amor es, en último término, un bien supremo que de algún modo reasume todos los demás bienes que deseamos y constituye su fundamento. Los deseos se proyectan, sobre todo, desde nuestra propia subjetividad, mientras que la intencionalidad característica del amor nos lanza hacia algo distinto, a lo que tratamos de acercarnos y de situarlo en la posición más favorable para acceder a él.
La entera ética está centrada en el amor, de donde toda buena acción surge y adonde toda acción buena retorna. La función decisiva del deseo es la de apuntar a la satisfacción de un anhelo y, si acaso, señalar dónde se encuentra aquello que es amable. A su vez, la misma dinámica moral desvela que en el origen del propio deseo recto se encuentra el amor. A través de nuestros actos libres orientamos nuestra vida hacia lo que creemos que es mejor.