Spaemann, Robert. 2005. Ética: cuestiones fundamentales, Eunsa: 50-51.
En un diálogo platónico, Sócrates responde así a su interlocutor, que sostiene que el placer es el único fin apetecible: es de suponer entonces que será intensamente feliz aquel que siempre tiene sarna y puede rascarse de continuo. El interlocutor se enfada con esta grosería: al fin y al cabo existen otras especies de placer más altas que las de rascarse. ¿Qué diferencia entonces las más altas especies de placer de las más bajas?
Ya el mismo uso lingüístico las diferencia. Así hablamos generalmente de alegría y no de placer. Resulta curioso que a pesar de los estados corporales placenteros, podemos encontrarnos al mismo tiempo en una situación depresiva, y que, al revés, podemos vivir intensamente alegres teniendo a la vez dolores físicos, supuesto que el dolor no sea tal que absorba toda nuestra atención. En un caso problemático nadie duda tampoco qué clase de bienestar es más importante, pues el depresivo no saca provecho del placer obtenido, mientras que quien se alegra lo hace sin que tenga sentido preguntarse qué provecho saca de la alegría. De la alegría no se saca nada; sacar provecho de algo significa justamente alegrarse de algo. La alegría es lo máximo que se puede sacar de una cosa. Ahora bien, no es por causalidad por lo que decimos que nos alegramos con algo o de algo. Las sensaciones placenteras las causa algo; la alegría tiene, en cambio, un objeto, un contenido; y así, estrictamente, existen tantos tipos de alegría como contenidos de esa alegría se den. el gozo que producen los Rolling Stones es distinto del que produce la sonata para piano forte de Beethoven del que produce la sonata Waldstein; la presencia de un amigo determinado o la de otro; etc.
Llamamos valores a los objetos o contenido de los sentimientos apuntados. El contenido valioso de la realidad se nos patentiza en los actos de alegría y tristeza, veneración y respeto, amor y odio, temor y esperanza. La paradoja reside en que quien convierte el placer y el bienestar subjetivo en el tema de su vida y en el fin de su actividad, no experimentará en absoluto aquel bienestar más profundo que llamamos gozo. Lo experimentará en cambio, aquel a quien se le manifieste en toda su riqueza el contenido valioso de la realidad, y esté en disposición de prescindir de sí para poder, como decimos, gozar de algo y con algo.