Aburrimiento y vacío de Dios

Safranski, Rüdiger. 2017. Tiempo. La dimensión temporal y el arte de vivir, Tusquets Editores: 32-33.

[…] En la en la Edad Media cristiana el aburrimiento, que se conocía como «acedia», se contaba entre los peores pecados. Y se entendía como pereza del corazón, obstinación, en definitiva, como un cerrarse frente a Dios, que de suyo llena a cada uno con vida. Quien se cierra frente a él experimenta el propio vacío. Así interpreto Blaise Pascal el aburrimiento en el siglo XVII. Si Dios es lo sublime, el vacío percibido es su sombra: lo sublime negativo, la nada. Dios llena el tiempo, y, si no nos dejamos llenar por él, queda solamente el tiempo vacío, que no podemos soportar, de modo que buscamos «distracción». Según Pascal, es la fuente de la hectiquez y el ajetreo modernos. Toda la desdicha proviene de que los seres humanos «son incapaces de quedarse tranquilos en su habitación» (Blaise Pascal, Über die Religion (Pensées), fragmento 139, pág. 76), y no pueden quedarse tranquilos en la habitación porque, a solas, no se soportan a sí mismos. No son capaces de ello, continúa Pascal, porque les falta Dios. El puesto que ocupaba es ahora un espacio vacío, que absorbe al hombre y amenaza con tragarlo. En el aburrimiento experimentamos el susto del vacío interior. Éste es peor todavía que el espanto ante el espacio vacío del mundo, que Pascal describe de manera no menos penetrante con las famosas palabras: «La infinitud de los espacios me sobrecoge» (Pascal, op. cit., fragmento 205, pág. 76).

Pascal ve cómo la persona se consume en el ir y venir entre el «aburrimiento» interior, del que procura huir, y la «distracción» exterior, en la que se refugia. Por tanto, el aburrimiento es para él no sólo un estado psicológico, sino además un estado metafísico, un síntoma del hombre no redimido, un sufrimiento por el tiempo que vacía de sentido, un encuentro con la nada.

Kierkegaard piensa todavía en esta tradición cuando designa el aburrimiento como aquel poder que “sitúa al hombre ante la nada”, es decir, como “expresión de una relación con Dios que se ha vuelto negativa” (Soren Kierkegaard, cita tomada de Ritter y otros, Historisches Worterbuch der Philosophie, tomo 5, pág. 30).

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of Ethics, Philosophical Anthropology, and History of Contemporary Philosophy at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
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