Ocáriz, Fernando. 2013. Sobre Dios, la Iglesia y el Mundo, Rialp: 127.
«Que el acto de fe y el de incorporación a la Iglesia son libres significa que proceden, con la gracia de Dios, de la libre voluntad de la persona, no de una imposición que no pueda resistirse. A la vez, la misma esencia de la fe y de la pertenencia a la Iglesia exige mantener actual esa libre decisión; la fe es también, como leemos en el Nuevo Testamento, una odediencia: «la obediencia de la fe» (Rm 1,5). Siempre permanece la posibilidad humana de ejercitar mal la libertad y de desobedecer a Dios, pero eso no significa que uno es libre para dejar la fe y la Iglesia, como quien se da de baja en un club de fútbol para pasarse a otro o ninguno. No se puede confundir la libertad (en lo que tiene de posibilidad de elegir entre una cosa y otra) con la llamada libertad moral (que la elección sea moralmente indiferente por su objeto). Otro ejemplo, aunque no es igual sino análogo: el hombre y la mujer que se casan lo hacen libremente (hasta el punto de que sin libertad el matrimonio sería nulo); sin embargo, después no son moralmente libres para dejar de ser esposo y esposa (si aceptamos que el matrimonio es indisoluble, como realmente lo es).
Cuestión distinta es la libertad religiosa, que es libertad civil, consistente en el derecho a no ser impedido -dentro de ciertos límites- por parte de otros o del Estado a actuar en materia religiosa, pero que no es una libertad moral. Ya mencioné antes que la libertad religiosa es un derecho negativo, radicado no en una inexistente indiferencia moral en la elección o práctica religiosa sino en los límites de la extensión del poder del Estado sobre los ciudadanos».