Mentira, inducción al error y temeridad al hablar

Agustín de Hipona, Sobre la mentira, § IV.

¿Qué ocurre si alguien dice una cosa falsa, que él mismo piensa que es falsa, pero hace esto porque juzga que no se le creerá, y quiere, de esa manera, quitarse de en medio a su interlocutor, del que sabe que no le va a creer? Si mentir es decir una cosa distinta de lo que se sabe o piensa, este hombre, por el deseo de no engañar, miente, pero si mentir es decir algo con intención de engañar, este hombre no miente, pues dice una cosa falsa aunque sepa o piense que es falsa, para que aquel al que habla no creyéndole no se engañe, pues sabe u opina que el otro le creerá. Y como se ve que esto puede ocurrir, que alguien diga algo falso para no engañar al que le habla, aún cabe una postura inversa, que alguien diga la verdad para poder engañar.

El que dice la verdad, porque piensa que no le van a creer, dice la verdad, precisamente, para eso, para engañar. Pues sabe o piensa que, precisamente, porque él lo dice, se ha de juzgar como falso lo que dice. Por tanto, como dice la verdad para que se juzgue falsa, por eso dice la verdad para engañar.

Se puede, pues, preguntar quién es el que, realmente, miente: si aquel que dice algo falso para no engañar o el que dice la verdad para engañar, cuando uno sabe o piensa decir algo falso y el otro sabe o juzga que dice la verdad. Ya hemos dicho que el que no sabe que es falso lo que dice, no miente, si cree que dice la verdad; más bien miente el que dice algo verdadero cuando, incluso, piensa que es falso, pues a los dos los hemos de juzgar por sus intenciones.

Así pues, no es una cuestión fácil la que se plantea partir de esos dos casos de que hablamos: el del que sabe o piensa que dice una cosa falsa, y así pretende no engañar, por ejemplo, si uno sabe que un camino está asediado de ladrones y teme que vaya por allí una persona cuya salvación le preocupa, y aquel a quien se lo dice, sabe, por otra parte, que no le va a creer si le dice que en ese camino hay ladrones, y, para que no vaya por allí, se determina a decir que allí no hay ladrones, con el fin de apartarle de ese camino. El otro creerá que hay ladrones, puesto que ha decidido no creer al que dijo que no los había, pues le juzga mentiroso. Pero hay otro caso, que es el del que sabiendo o creyendo que es verdad lo que dice, lo dice para engañar. Por ejemplo, si un hombre, que sabe que no le creerán, dice que en ese camino los ladrones están en un lugar, donde efectivamente sabe que están, pero lo dice para que el otro vaya más confiado y caiga en manos de los ladrones mientras piensa que es falso lo que le han dicho. Ahora bien: ¿cuál de los dos ha mentido: el que decidió decir algo falso para no engañar, o el que eligió decir la verdad para engañar? ¿El que al decir algo falso hizo seguir al otro el camino verdadero, o este que dijo la verdad pero hizo que el otro siguiese un camino falso? ¿O acaso ambos mintieron, uno por decir algo falso, el otro porque quiso engañar? ¿O, más bien, no mintió ninguno, uno porque no deseaba engañar, y el otro porque deseaba decir la verdad?

Ahora, no se trata de saber quién de los dos pecó sino de quién ha mentido. En principio, parece que pecaría el que al decir la verdad hizo que el hombre cayese en manos de los ladrones, y que no pecaría el que hizo el bien, o sea, el que al decir algo falso hizo que el hombre evitase caer en la ruina. Pero estos ejemplos pueden trocarse, de suerte que aquel que no quiso engañar pretendiera, con eso, hacerle una desgracia más grave, pues, a muchos, conocer ciertas verdades les ha llevado a la ruina, ya que se trataba de cosas que se les debían haber ocultado. Y que aquel que quiso engañarle pretendiera, con eso, hacer algo útil, pues algunos se hubieran suicidado si hubiesen conocido ciertas desgracias que sufrieron sus seres queridos. No obstante, por no saber la verdad, se abstuvieron de hacer eso, y, así, les favoreció el error como a los otros les dañó el conocer la verdad. No se trata aquí, por tanto, de con qué ánimo, de cuidar o de dañar, dijo éste la falsedad para engañar o el otro la verdad para engañar, sino que nos interesa investigar lo que atañe a la verdad y a la falsedad, y se pregunta cuál de los dos, o los dos o ninguno de los dos ha mentido, independientemente de los beneficios o daños de los que hemos hablado.

Si la mentira consiste en la voluntad de afirmar una cosa falsa, más bien mintió el que quiso decir algo falso, y de hecho lo dijo, aunque fuera para no engañar, pero si la mentira consiste en afirmar algo con voluntad de engañar, no mintió éste, sino el que dijo la verdad con intención de engañar. Y si la mentira consiste en decir algo para inducir a error, ambos a dos han mentido. El primero porque quiso afirmar algo falso, y el segundo porque con su verdad quiso hacer creer algo falso. Y si, por fin, la mentira es decir una cosa falsa con deseo de engañar, entonces ninguno de los dos mintió. Porque el uno dijo una cosa falsa para persuadir la verdad, y el otro dijo algo verdadero para inducir al error.

Estaremos, pues, muy lejos de toda temeridad y de toda mentira si, cuando es necesario hablar, afirmamos sencillamente lo que sabemos es verdadero y digno de ser creído y deseamos persuadir de lo que hemos dicho. Mas, cuando decimos lo innecesario, o tomamos lo falso por verdadero, o damos por conocido lo que nos es desconocido, o creemos lo que no se debe creer, pero, sin embargo, no intentamos convencer sino de lo que hemos afirmado, no estaremos exentos de la temeridad del error, pero aquí no hay mentira alguna. Evitaremos todo riesgo de mentira si con entera conciencia decimos lo que sabemos u opinamos o creemos que es verdad y procuramos convencer solo de lo que hemos dicho.

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of "Ethics", "Philosophical Anthropology", and "History of Contemporary Philosophy" at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
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