Ugarte Corcuera, Francisco. 2004. Del resentimiento al perdón. Una puerta a la felicidad, Rialp: 36.
Cuando a la falta de dominio sobre la imaginación se suma la ausencia de control de los sentimientos, se produce un círculo vicioso muy complejo. El sentimiento o pasión actúa sobre la imaginación exaltándola y provocando que conciba la realidad deformada, como el que se pelea y se imagina que el adversario pretendía acabar con él, cuando no eran éstas sus intenciones. A su vez, la imaginación influye sobre el sentimiento, provocando una reacción emocional más intensa: al suponer imaginativamente del agresor o el desamor, la ira aumenta en la misma proporción. El proceso puede continuar sucesivamente, alternándose el estímulo de la emoción sobre la imaginación y de ésta sobre el sentimiento, de manera que se establezca el círculo vicioso. En pocas palabras, la imaginación exaltada por la pasión aumenta las cosas, por pequeñas que sean –es como ver a través de una lupa poderosa, donde todo aparece desmesuradamente grande- y el sentimiento se desborda al ser motivado por una imaginación desbordada. Si este círculo tiene lugar en la persona egocéntrica, que viene centrada en sí misma y suele retener los agravios, el resultado inevitable será la susceptibilidad, esa facilidad para sentirse ofendido o dolido por acciones u omisiones de los demás, como puede ser una reprensión, un desaire, un olvido, una palabra y hasta una mirada. Es significativo que esto sea especialmente frecuente en la adolescencia por la inmadurez propia de la edad –tendencia a centrarse en sí mismo- y por no tener aún formado el carácter.