Ugarte Corcuera, Francisco. 2004. Del resentimiento al perdón. Una puerta a la felicidad, Rialp: 32-33.
Los sentimientos juegan un papel muy importante en la conducta, entre otras cosas porque son una fuente de energía que intensifica la acción humana, confiere fuerza a las decisiones de la persona para que alcance su cometido. Más aún, el Catecismo de la Iglesia Católica advierte la insuficiencia de la voluntad, cuando no está secundada por los sentimientos (cuya fuente radica en el corazón, metafóricamente hablando): ‘La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino que también por su apetito sensible (…), por su corazón’ (CIC, nº 1770-1775). Esto quiere decir que los sentimientos constituyen una fuerza que puede mover al bien, sumándose a la fuerza de la voluntad. Además, cuando en las cosas que debemos hacer –especialmente si se relacionan con personas- metemos el corazón, como suele decirse, la calidad de nuestras acciones se incrementa considerable porque se humanizan. Lo contrario, la ausencia de sentimientos, produce frialdad o indiferencia que no resulta agradable a Dios, a juzgar por el reproche que dirige a los insensibles: ‘os daré un corazón nuevo y os revestiré de un nuevo espíritu; os quitaré vuestro corazón de piedra y os daré en su lugar uno de carne (Ezech. 36,26)’