¿Existe un criterio o medida para juzgar moralmente? Tesis relativistas II

Spaemann, Robert. 2005. Ética: cuestiones fundamentales, Eunsa: 28-29

La segunda tesis [del relativismo] condena cualquier moral vigente como represión, sojuzgamiento, y exige que cada uno actúe como quiera y sea feliz a su manera. Según esto, pertenece al código penal y a la política hacer que las acciones contra el bien común sean tan perjudiciales para quien las realiza que las omita por su propio interés. Podíamos denominar la primera tesis como autoritaria; en cambio, ésta la definiríamos como anarquista o individualista. Examinémosla también. A primera vista nos parece más falta de sentido que la primera, y se encuentra en inmediata oposición a nuestro sentir moral. Teóricamente, sin embargo, es más difícil de refutar, precisamente porque precisamente con frecuencia reviste el carácter de un moralismo consecuente, para el que no existe otro sentido de nuevo o malo que el de «bueno para mí en un determinado sentido». A quien no reconoce una diferencia de valor entre la fidelidad de una madre a su hijo, la acción de Kobe y la de su verdugo, la falta de escrúpulos de un traidor o la habilidad de un especulador de bolsa, le faltan algunas experiencias fundamentales o posibilidades de experiencia, que no son reemplazables por argumentos. Según Aristóteles, la gente que dice que se puede matar a la propia madre no merece argumentos, sino azotes. Se podría decir quizá que necesitaría un amigo. La cuestión es si sería capaz de amistad. Pero el hecho de que tal vez no sea capaz de prestar oídos a los argumentos, no significa que no haya argumentos contra él.

Estrictamente, la tesis según la cual cada uno debe actuar como quiera, resulta algo trivial. Cada uno actúa como le gusta. El que obra según su conciencia tiene a bien actuar así, y quien obedece a una norma moral tiene a bien proceder de ese modo. Entonces, ¿qué es lo que se quiere decir exactamente cuando se plantea, con intención crítico-moral, la tesis de que cada uno debe hacer lo que quiera? Evidentemente, parte de que en el hombre existen distintos impulsos: aboga por unos y desaprueba otros. Detrás está de algún modo la idea de que unos son más interiores y naturales al hombre que otros: precisamente los llamados impulsos morales. Estos impulsos morales, por el contrario, son considerados como una especie de heterodeterminación, como un dominio interiorizado del que es preciso librarse. Pero al abogar por la autodeterminación, por lo natural frente a lo extraño, resulta que la propuesta antimoralista desemboca directamente en la tradición de la filosofía moral. Ésta, ante la variedad de los usos sociales, había comenzado por preguntarse por lo que propiamente es natural al hombre, y pensaba que sólo se podía llamar libre a quien hiciera lo que le es natural. Ahora bien, ¿qué es «lo natural» al hombre? quien diga que cada uno debe hacer lo que quiera se mueve en un círculo vicioso. Ignora el hecho de que el hombre no es un ser acuñado de antemano por los instintos, sino alguien que debe buscar primero y encontrar después la norma de su comportamiento. Ni siquiera poseemos por naturaleza el lenguaje; debemos aprenderlo. Ser hombre no es tan sencillo como ser animal: ni se vive espontáneamente la vida humana. Como señala el dicho, debemos «dirigir nuestra vida». Tenemos deseos e impulsos contrapuestos. Y la afirmación: haz lo que quieras, presupone que uno sabe lo que quiere.

Primera Tesis: ¿Existe un criterio o medida para juzgar moralmente? Tesis relativistas I

Acerca de Martin Montoya

I am Professor of "Ethics", "Philosophical Anthropology", and "History of Contemporary Philosophy" at the University of Navarra, researching on practical philosophy.
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