Spaemann, Robert. 2014. Meditaciones de un cristiano. Sobre los Salmos 1-51. Fernando Simón (tr.) BAC, Madrid: 78-79.
No cabe tranquilizarse con tener conocimiento del abismo que existe entre el mundo verdadero y el mundo tal como es de facto. Solo se toma conciencia de dicho abismo en la medida en que se experimenta como sufrimiento y se combate por su eliminación. Porque el abismo reside, precisamente, en que el mundo verdadero resulta negado -y, con ello, se discute que exista tal abismo-. De ahí la impaciente invocación del juicio que nos recomienda Cristo en la parábola del juez injusto (Lc. 18, 1-8). El juez injusto es injusto porque se niega a decir el derecho. Solo pronuncia el derecho cuando la viuda le molesta intimándole. Dios quiere que pidamos por el juicio así, con urgencia. La desgracia del mundo reside en que se sustrae al reinado de Dios, en que su voluntad y la voluntad de Dios constituyen dos voluntades contrapuestas y la voluntad de Dios se le presenta como extraña. Únicamente la necesidad y el grito creciente de los pobres -representantes del «mundo verdadero»- acaba con este abismo y hace que el reinado del juicio de Dios se manifieste como lo que es: el regreso del hombre a su ser. En un mundo de pecado, para que esto suceda, el reinado de Dios ha de implorarse. «Venga tu reino» (Mt 6,10, Lc 11,2), nos enseña a rezar el Señor. En un mundo de rebelión contra Dios, la venida del reino tiene, además, el carácter de juicio.