Aristóteles, EN VIII, 1, 1155a 1 – 1155b 15.
Después de esto, podría seguir una discusión sobre la amistad, pues la amistad es una virtud o algo acompañado de virtud[1] y, además, es lo más necesario para la vida. En efecto, sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todos los otros bienes; incluso los que poseen riquezas, autoridad o poder parece que necesitan sobre todo amigos; porque ¿de qué sirve esta abundancia de bienes sin la oportunidad de hacer el bien, que es la más ejercitada y la más laudable hacia los amigos? ¿O cómo podrían esos bienes ser guardados y lo preservados sin amigos? Pues cuanto mayores son, tanto más inseguros. En la pobreza y en las demás desgracias, consideramos a los amigos como el único refugio. Los amigos ayudan a los jóvenes a guardarse del error; y ayudan a los viejos, los cuales, a causa de su debilidad, necesitan asistencia y ayuda adicional para sus acciones; y los que están en la flor de la vida les prestan apoyo para las nobles acciones. «Dos marchando juntos»[2], pues con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar.
Además, parece darse de un modo natural en el padre para con el hijo, y en el hijo para con el padre, no sólo entre los hombres, sino también entre las aves y la mayoría de los animales, y entre los miembros de una misma raza, y especialmente, entre hombres; por eso, alabamos a los filántropos. En los viajes, también puede uno observar cuán familiar y amigo es todo hombre para todo hombre. La amistad también parece mantener unidas las ciudades, y los legisladores se afanan más por ella que por la justicia. En efecto, la concordia parece ser algo semejante a la amistad, y a ella aspira sobre todo, y en cambio procuran principalmente expulsar la discordia, que es enemistad. Y cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia, pero, aun siendo justos, sí necesitan de la amistad, y parece que son los justos los que son más capaces de amistad.
Pero la amistad es no sólo necesaria, sino también hermosa. En efecto, alabamos a los que aman a sus amigos y el tener muchos amigos se considera como una de las cosas mejores, y hasta algunos opinan que hombre bueno y amigo son la misma cosa.
Por otra parte, no es poco el desacuerdo que existe acerca de la amistad[3]. Unos la consideran como una especie de semejanza, e identifican semejantes y amigos, y por eso se dice «tal para cual», «grajo con grajo», y otras expresiones por el estilo. Otros, por el contrario, afirman que dos de un mismo oficio no se ponen de acuerdo[4]. Otros, todavía, buscan causas para estas cosas más elevadas y científicas, como Eurípides[5] que dice: «la tierra reseca ama la lluvia», y «el excelso cielo lleno de lluvia ama caer en la tierra», y Heráclito[6], que dice: «lo opuesto es lo que conviene», y «la armonía más hermosa procede de tonos diferentes», y «todo nace de la discordias». Y al contrario que éstos hay otros, y entre ellos, Empédocles[7], que dice: «lo semejante aspira a lo semejante». Pero dejemos los problemas que pertenecen a los físicos (pues no son propios de la presente investigación), y consideremos, en cambio, los humanos, relacionados con el carácter y las pasiones; por ejemplo, si la amistad se da en todos, o si no es posible que los malos sean amigos, y si hay una clase de amistad o varias. Los que creen que hay una sola, porque admiten el más y el menos, basan su convicción en una indicación insuficiente, pues también las cosas de distinta especie admiten grados. Pero sobre esto hemos hablado ya antes[8].
[1] Lo cual justifica su inclusión en el plan de la Ética. Ahora bien, el término «amistad» tiene varios significados. Los que son amigos en el sentido más elevado son virtuosos, pero los que son amigos en el sentido limitado, como, por ejemplo, por causa del placer o de la utilidad, pueden ser, en parte, virtuosos, en parte. viciosos. Y, como la virtud es una disposición difícil de desplazar y algunas amistades basadas en la utilidad no son duraderas, de ahí se sigue que algunas amistades no son virtudes.
[2] Ilíada X 224.
[3] Con ello alude Aristóteles a las discusiones en la Academia, como nos pone de manifiesto Platón en el Lisis (214a-216a).
[4] La primera cita es de la Odisea XVII 218; la segunda, de Demócrito (DIELS-KRANZ, fr. 164); la tercera se encuentra en Hesíodo, Trabajos y Días 25-6: «El alfarero contiende con el alfarero y el artesano con el artesano, el pobre está celoso del pobre y el aedo del aedo».
[5] De una tragedia perdida (A. NAUCK, Tragicorum Graecorum Fragmenta, Leipzig, 1889, fr. 898).
[6] DIELS-KRANZ, frs. 8 y 80. No hay armonía sin notas agudas y graves, no hay seres vivos sin e1 contraste de lo masculino y lo femenino.
[7] DIELS-KRANZ, fr. 62.
[8] Al tratar de las cinco formas del valor (supra, 1116a16).



