Ugarte Corcuera, Francisco. 2004. Del resentimiento al perdón. Una puerta a la felicidad, Rialp: 50.
La eliminación de esos sentimientos negativos, provocados por la ofensa, puede resolverse por una vía indirecta. En lugar de reprimirlos sin más –con lo que no conseguiríamos eliminarlos- es más efectivo tratar de darles un giro que los haga cambiar de signo. Al sentir la herida, podemos pensar en el daño que el otro se ha hecho a sí mismo al ofendernos, y dolernos por él; podemos también pedir a Dios que lo ayude a enmendar su acción errónea, a pesar de que estemos aún experimentando sus efectos. Dicho con mayor propiedad, ‘no está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión’ [CIC, nº 2843].