Frankfurt, Harry G. 2007. Sobre la verdad, Paidós: 122, 123, 124-125.
Aprendemos que somos seres individuales, distintos de lo que son otros respecto a nosotros, superamos los obstáculos que se oponen a la realización de nuestras intenciones; es decir, luchando contra lo que se opone al cumplimiento de nuestra voluntad… Nos damos cuenta de que no están bajo nuestro control directo e inmediato, que más bien son independientes de nosotros. Este es el origen de nuestro concepto de realidad, que es esencialmente un concepto de lo que nos limita, de lo que no podemos cambiar o controlar mediante un mecanismo de nuestra voluntad… Así, nuestro reconocimiento y comprensión de nuestra identidad surge, y depende íntegramente, de la apreciación que tenemos de una realidad que, de manera inexorable, es independiente de nosotros. En otras palabras, surge y depende de que reconozcamos que existen hechos y verdades sobre las cuales no podemos pretender ejercer un control directo e inmediato. De no existir tales hechos y verdades, si el mundo –invariablemente, y para nuestra intranquilidad- llegase a ser cualquier cosa que quisiéramos que fuese, no podríamos apreciar ninguna diferencia entre nosotros y lo que es distinto de nosotros, y no tendríamos ni idea de lo que cada uno es en particular. Sólo si reconocemos un mundo de una realidad, hechos y verdades obstinadamente independientes, podemos reconocernos a nosotros mismos como seres distintos de los demás y articular la naturaleza específica de nuestras propias identidades. Si esto es así, ¿cómo podemos no tomarnos en serio la importancia de la facticidad y la realidad? ¿Cómo podemos no preocuparnos por la verdad? La respuesta es que no podemos.