La intuición en la prioridad y en el consenso de los primeros principios: Crítica al Intuicionismo y uso de la intuición en John Rawls

Autor: J. Martín Montoya Camacho

John Rawls, en la Teoría de la justicia, lleva a cabo una clara exposición, y una aguda crítica, a la teoría del Intuicionismo. Nuestro autor identifica como uno de sus principales problemas, la falta de un criterio de priorización entre los principios que se establecen, para juzgar una determinada situación. El Intuicionismo, ante la falta de un criterio eficiente, apela a la intuición. Este uso de la intuición, a juicio de Rawls es erróneo, porque no resuelve el problema de una concepción común de la justicia entre todos los actores del sistema social. El problema no sería tanto el uso de la intuición, como no ponerle límites. Sin embargo, identificamos en la exposición del filósofo americano, una transposición del momento en que se utiliza la intuición, más que una limitación de la misma. A nuestro parecer, Rawls realiza una aplicación de la intuición, que él mismo justifica con las condiciones que establece para la posición original contractualista.

Intuicionismo e indiferencia: factores que influyen en la intuición de la prioridad de los primeros principios.

La exposición que John Rawls realiza del Intuicionismo, es una consideración general según la cual identifica la existencia de una familia irreductible de primeros principios. Estos principios deben ser ponderados entre sí, de tal manera que el balance final sea el más justo, de acuerdo al criterio de la persona que juzgó dicha ponderación[1]. De esta manera Rawls determina las dos características que configuran la teoría Intuicionista: (i) se compone de una pluralidad de primeros principios que pueden entrar en conflicto entre sí, llevando a que con los mismos principios se ofrezcan soluciones diferentes a un mismo problema; y (ii) no incluyen un método explícito o definido ni reglas de prioridad entre estos primeros principios, apelando a la intuición particular como criterio de priorización[2]. De este modo, por ejemplo, si para una persona la libertad de expresión tiene prioridad sobre el derecho a la privacidad, de esta determinación no se deriva una regla general de priorización. Simplemente se concluye que esta persona, mediante una facultad particular llamada intuición, hace un balance entre los dos principios para establecer qué es lo correcto en cada situación.

Bajo este aspecto podemos indicar que el Intuicionismo no representa una posición moral ante el mundo, sino una teoría que busca explicar el lenguaje moral, de una forma particular. No está enfocado hacia la importancia de la racionalidad intrínseca de los enunciados morales, o la posibilidad de establecer una serie de valores ético-morales, ni mucho menos se dirige hacia la explicación del orden que la razón introduce en los actos del hombre. El Intuicionismo es una metaética o una teoría sobre las posibilidades y los límites de las teorías éticas. Su enfoque es la eficacia, de tal manera que la intuición que establece el orden entre los principios, los configure para alcanzar la máxima eficacia de dicha ponderación. El agente que establece el orden de los principios de la justicia, es a su vez el que mide la eficacia de dicha ponderación. La ponderación puede ser cambiada si el agente intuye otro orden más conveniente de acuerdo a las condiciones del escenario en cuestión.

Un factor que nos lleva a entender el Intuicionismo como teoría metaética, es decir como una lógica del lenguaje moral, es que puede ser expresada según los modelos matemáticos usados en la economía. Esto lo observamos cuando nuestro autor hace una interesante ilustración de ésta teoría, a partir de las curvas de indiferencia, usando el criterio agregativo-distributivo. Esta técnica permite ver los principios de la justicia como contrapuestos, de la misma manera que en el mundo económico se observa la oportunidad de prescindir de una cierta cantidad de un bien a cambio de obtener un poco de otro. Sin entrar en el detalle de las inducciones matemáticas que se encuentran en la base de este modelo, podemos considerar que: (i) El principio de Bienestar total, que se encuentra en el eje horizontal, es el que mide el balance neto de la satisfacción de la estructura básica de la sociedad; (ii) El principio de Igualdad, que se encuentra en el eje vertical, mide el nivel de igualdad en la distribución de las satisfacciones o bienes. Una búsqueda de maximización del primer principio provoca una disminución del segundo, y viceversa. Los puntos que pertenecen a la curva establecida son todos iguales. Así, cualquier movimiento de un punto a lo largo de la figura geométrica, da el mismo resultado, es decir, una variación indiferente del resultado global. La asignación de una u otra ponderación, dándole mayor prioridad al Bienestar total o a la Igualdad, no dependerá nunca del valor intrínseco de los principios, sino de otros factores, los cuales se asumen siempre como ceteris paribus. El agente que asigna la prioridad entre los principios lo hace intuitivamente, influenciado por los factores que se encuentran fuera de la curva de indiferencia. Es decir: son los factores que no se reflejan en la curva los que influyen en la decisión del agente intuicionista. Darle mayor importancia a la maximización utilitarista (incrementando el Bienestar total), o a contraponer en mayor medida un reparto igual de los beneficios entre los miembros de la sociedad (incrementando la Igualdad), dependerá de factores que no se reflejan en el modelo matemático.

Ésta última consideración es importante. Los principios establecidos en la explicación de Rawls, son los contrapesos del equilibrio del sistema: “el principio de utilidad, actúa en este caso como modelo de eficacia, exigiéndonos producir un total tan alto como nos sea posible, manteniéndose el resto de las cosas iguales; mientras que el segundo principio sirve como un modelo de justicia que restringe la prosecución del bienestar total y equilibra la distribución de las ventajas”[3]. La maximización del Bienestar total presenta la tendencia al sesgo utilitarista, y es equilibrado con el criterio de Igualdad. Sin embargo, la asignación de un mayor peso a uno u otro no depende de los mismos principios. Aunque el agente de la concepción Intuicionista busque una imparcialidad, éste puede verse influido por factores internos y externos. Así lo indica Rawls cuando nos dice que “la ponderación se ve normalmente influida por las demandas de intereses sociales diferentes y, de esta manera, por las posiciones relativas de poder e influencia”[4].

Los cambios de las condiciones del escenario, movilizan la curva de indeferencia hacia otra posición, paralela a la primera curva establecida[5]. Es simplemente la consideración de una mejora, o no, de los factores del escenario, que no son susceptibles de modificación por parte del agente que intuitivamente asigna la priorización de los principios. Pero la curva de indiferencia no es modificada solamente por factores externos. La consideración de la mayor importancia de uno u otro principio, puede establecer que la curva tome pendiente o razón de cambio diferente[6]. De este modo, dos agentes, con intereses diferentes sobre los mismos principios, pueden tener curvas de indiferencia distintas. Así, lo que para un agente es un simple desplazamiento en su curva, para otro es un cambio de condiciones que se encuentran fuera de su control y que pueden llevarlo a una situación desventajosa, en comparación con la primera. Este problema, para Rawls, deja entrever las limitaciones del modelo Intuicionista: la intuición individual para la priorización de los principios, no soluciona el problema de la diferencia de las concepciones de justicia entre los actores del escenario social. Para el agente que asigna intuitivamente la priorización de principios, un incremento del Bienestar total en deterioro de la Igualdad, es indiferente por mantenerse en la misma curva. Pero para otro agente, esta simple movilización, es un cambio de condiciones externas que desplazan su curva hacia una posición desventajosa y que se encuentran fuera de su control. De esta manera es importante evitar la influencia en el agente que asigna el orden de los principios, es decir “desplazarse a un esquema más general que determine el equilibrio de los preceptos o, por lo menos, que lo reduzca dentro de límites más estrictos”[7]. Rawls nos lleva a introducirnos en los aportes de la Teoría de la justicia al Intuicionismo.

El enfoque de la eficacia, que como veremos más adelante, puede conducir al Intuicionismo hacia un cierto Utilitarismo, no es ajeno al mismo Rawls. A pesar de que nuestro autor a lo largo de su exposición, mantiene la idea de la construcción de un sistema de justicia social que supere la idealización del espectador imparcial, su sesgo utilitarista se deja entrever al indicar que “aún cuando la justicia tiene una cierta prioridad por ser la virtud más importante de las instituciones, no obstante es cierto que, ceteris paribus, una concepción de justicia es preferible a otra cuando sus consecuencias son más deseables”[8]. Esta actitud nos hace comprender porqué para Rawls la Teoría de la justicia es la mejor solución teórica. Rawls presentaría así una teoría que sustituye definitivamente tanto el Intuicionismo como el Utilitarismo. Contra el Utilitarismo contrapone la igualdad en la distribución de los beneficios y bienes, haciendo uso de la concepción de una familia de primeros principios, proveniente de Intuicionismo. Contra éste último buscará la forma de establecer un criterio de priorización entre dichos principios, evitando sus contrariedades individualistas. Para ello utilizará su noción central de los juicios madurados en un equilibrio reflexivo, y que garantizaría su concepción de la justicia. Sin embargo, podemos observar que no existe ninguna lógica interna entre estos dos principios, que los lleve a su contraposición. Tampoco se presenta una deducción racional del porqué de su establecimiento como principios que informen la concepción de la justicia. Como veremos más adelante, los principios de la maximización del bienestar y de la igualdad de la distribución están establecidos y contrapuestos intuitivamente.

Elección y priorización de los primeros principios: usos y límites de la intuición en Rawls.

Como hemos observado, en el Intuicionismo no existe un criterio de priorización de los primeros principios, por los cuales se puede juzgar una situación particular. Este problema se revela apremiante cuando encontramos que los principios de esta teoría son compatibles con valoraciones diferentes de lo que es una situación justa[9]. Este es el primer problema que Rawls encuentra a esta concepción ética: “esta concepción de la justicia no impone limitaciones a lo que ha de considerarse como valoraciones correctas, permitiendo por tanto que personas diferentes lleguen a un balance diferente de principios”[10]. La problemática del sistema Intuicionista no se encuentra en la elaboración de los juicios en una situación particular. El intuicionista permite la descripción de los valores, que a su vez permiten predecir los juicios. Así, los juicios tienen una estructura conciente y definida, y se basan en la familia de principios establecida. Sin embargo, los intuicionistas indican que no existe ninguna interpretación para la asignación de valores a los primeros principios. En efecto, como indica Rawls, el intuicionista “alega que no existe ninguna concepción ética expresable que subyazca en estos valores. Una figura geométrica o una función matemática puede describirlos, pero no existe ningún criterio moral constructivo que establezca su racionalidad”[11]. La complejidad de los hechos morales, es muy superior a la capacidad del hombre de poder dar una explicación ética plena de nuestros juicios, y por eso requiere una pluralidad de principios. Cualquier intento por ir más allá de dichos principios es trivial[12]. Por lo visto, la mejor forma de refutar el Intuicionismo es demostrar lo que se niega: la existencia de un criterio razonable para establecer una prioridad entre los principios.

Para nuestro filósofo, la existencia de un criterio razonable de priorización no elimina la intuición: “no hay nada necesariamente irracional en la apelación a la intuición para resolver las cuestiones de prioridad”[13]. Según Rawls, tenemos que reconocer la posibilidad de que no exista un camino para ir más allá de una pluralidad de principios, y de esta manera cualquier concepción de la justicia deberá apelar en algún momento a la intuición. De esta forma, el filósofo americano deja abierta la posibilidad del empleo de la intuición en la Teoría de la justicia. Sin embargo, deja claro cuál no puede ser su lugar, al indicar que “habremos de hacer lo que podamos con objeto de reducir la apelación directa a nuestros juicios, ya que si los hombres valoran de manera diferente sus principios finales (…) entonces sus concepciones de la justicia serán diferentes. La asignación de valores es una parte esencial y no una parte menor de una concepción de justicia”[14]. La intuición no puede estar en la priorización de los principios, por tanto habrá que limitarla.

La limitación de la intuición en la Teoría de la justicia se garantiza primero, por un hecho hipotético: los principios de la justicia son aquellos que serían elegidos en una posición original, es decir que son el producto de cierta situación de elección. En dicha posición la racionalidad de las personas les lleva a considerar la necesidad de dar una prioridad a los principios, dado que requieren otorgar una serie de valores a las pautas para la adjudicación de sus pretensiones mutuas[15]. Además, como segunda limitación a la intuición, se encuentra la priorización por un orden lexical consecutivo, según el cual ningún principio puede intervenir, a menos que los colocados previamente hayan sido plenamente satisfechos o que no sean aplicables. Una tercera forma de limitación de la intuición es el reemplazo de los juicios morales por juicios prudenciales, que sin embargo no es aceptada por Rawls. Si los juicios éticos son meramente prudenciales (en el sentido del Utilitarismo clásico), se niega que existan asuntos exclusivamente morales, y por tanto tampoco juicios morales. Esto no evita los problemas intuicionistas. Por el contrario hace que la priorización deje de ser un problema moral. Sería una cuestión prudencial –y por tanto de oportunidad- manifestar que el principio de Igualdad es prioritario al principio de Bienestar total, y viceversa. La teoría de la justicia abandonaría definitivamente la justicia y se vería manipulada por un tercer principio: la utilidad de manejar uno u otro principio, de acuerdo a las circunstancias que beneficien un grupo específico: el llamado observador imparcial del Utilitarismo clásico.

Es por este motivo, que Rawls realiza una acotación del problema formulando la posición original y estableciendo los usos de la intuición en ella. Como lo indica el filósofo americano, en la justicia como imparcialidad se apela a la intuición de dos maneras: (i) seleccionando una cierta posición en el sistema social desde la cual ha de juzgarse el sistema; y (ii) juzgando racionalmente cuál es la mejor configuración de la estructura básica[16]. De este modo, se ha realizado una apelación diferente a la intuición. Por medio de ella se han intuido: (i) las condiciones de decisión de los individuos de la posición original, ya que éstos deben juzgar el futuro sistema desde la posición menos ventajosa, y (ii) la forma racional con la cual deberá configurarse la estructura básica de la sociedad: los principios de la justicia serán elegidos, pero cada individuo de la posición original intuye los principios que someterá al consenso de todos. La posición original, marcada por el velo de la ignorancia, garantiza que los agentes de este grupo especificado, tengan en cuenta que “las desigualdades económicas y sociales habrán de juzgarse en términos de las expectativas, a largo plazo, del grupo social que esté en la posición menos ventajosa”[17]. De esta forma, Rawls nos dice que el juicio prudencial de los agentes de la situación original se ha convertido en un juicio moral, por el hecho de tener una consideración hacia el grupo social que se encuentre en desventaja. Para nuestro autor, esta consecuencia de las condiciones de la posición original, justifican el uso de la intuición.

La consideración de la racionalidad o moralidad intrínseca de los principios de la justicia, por parte de los individuos de la posición original, es intuitiva. Además, dicha racionalidad surge de un juicio prudencial, que se ha convertido en moral por las circunstancias de la posición original. La moralidad de los principios es, simplemente, una consideración del principio de Igualdad sobre el de Bienestar total en función de una ignorancia de la situación actual y futura, de los individuos de la posición original. La conversión del criterio prudencial en criterio moral es una consecuencia de las condiciones de la situación original, extrínseca a los individuos y a los principios conocidos intuitivamente y elegidos por consenso. En realidad, no se atiende la racionalidad intrínseca de los principios, de tal manera que se justifique que sean éstos y no otros los únicos primeros principios. Tampoco se justifica su prioridad en base a un criterio moral o racional de los mismos principios, sino que se basa en un juicio prudencial, es decir Utilitarista. El orden lexical solo garantizaría que se respete el orden establecido. Además, el juicio moderado por el equilibrio reflexivo, pasa a convertirse en el consenso que se obtiene de las diferentes concepciones de justicia (y sus principios) que tienen los individuos de la posición original. Como el mismo Rawls lo indica: “es un equilibrio porque finalmente nuestros principios y juicios coinciden; y es reflexivo puesto que sabemos a qué principios se ajustan nuestros juicios reflexivos y conocemos las premisas de su derivación”[18].

En su pregunta desde la posición original, marcada por el velo de la ignorancia, sobre cuáles son los principios en los cuales debe basarse la justicia, se encuentra presente la intuición. Sin embargo ésta, se encuentra limitada al ámbito individual de los agentes de la posición original, para poder poner en marcha el proceso constructivista, de su demostración contractualista. El conocimiento de los principios, por parte de los individuos de la posición original, es intuitivo. Su elección es por consenso. Es importante resaltar que el conocimiento individual de los principios de justicia, en los agentes de la posición original no puede ser otro que intuitivo. Si en la posición original, la razón constructiva se encuentra vacía de contenidos, carente de objetos para la conciencia, en una ignorancia absoluta ¿cómo es posible que establezca otra vía alternativa, a no ser la intuición, para identificar los principios? Sin embargo, para Rawls esto no tiene ninguna relevancia. El problema de la prioridad de los principios es práctico y no elimina la apelación a los juicios intuitivos. Lo importante no es el modo como se definan dichos principios, sino el consenso que se tenga en que sean dichos principios, y no otros. Son las pautas del contractualismo. Lo importante es que los juicios concuerden entre sí. Como lo afirma el mismo Rawls: “Si los juicios intuitivos de prioridad que hacen los hombres son semejantes, entonces no importa, prácticamente hablando, el que no puedan formular los principios que dan cuenta de estas convicciones, si es que tales principios existen”[19]. Se observa finalmente, el utilitarismo de Rawls que habíamos mencionado: la mejor teoría de la justicia es la que presenta mejores resultados, y éstos son medidos por el mismo autor de la teoría.

Conclusiones.

El principio de Igualdad y el principio de Bienestar total, junto con orden serial lexical, son los criterios de superación del Intuicionismo para Rawls. El orden lexical afirma la prioridad del primer principio sobre el segundo, pero no establece la razón intrínseca de su prioridad. Nuestro autor establece la prioridad del primer principio, para equilibrar la tendencia utilitarista del segundo. Estos principios, a pesar de ser conocidos intuitivamente, no son elegidos en vista de su racionalidad o moralidad intrínseca, sino simplemente porque son aquellos que serían escogidos en la posición original. La Justicia como imparcialidad no limita la intuición, simplemente la cambia de lugar. En el Intuicionismo, la intuición priorizaba los primeros principios entre sí. En la Teoría de la justicia de Rawls, esta intuición es reemplazada por el orden lexical, que no establece un orden, sino que garantiza el orden establecido. Rawls utiliza la intuición para que, desde la posición original los individuos conozcan y planteen los primeros principios de la justicia, cuyo establecimiento y orden ha sido determinado por un juicio prudencial, convertido en juicio moral por las circunstancias de la posición original. Solamente la pertenencia a una estructura social abstracta, bajo las condiciones establecidas por Rawls, limitan las consecuencias de la intuición individual.

En el planteamiento de Rawls se corta la vía reflexiva para el establecimiento de los primeros principios y se da paso a una justificación extrínseca de los mismos. Se deja de atender su racionalidad y moralidad interna, tanto para su planteamiento como únicos principios, como para la determinación de la prioridad entre ellos. La tendencia de Rawls a no abandonar el campo del “lo correcto” o “exigible” de la moralidad, se interrumpe ante su abandono de la racionalidad o moralidad intrínseca de los principios de la justicia. Para que los primeros principios del Intuicionismo obtengan algún carácter moral y no meramente prudencial, deben surgir de un proceso de razonamiento, que identifique la implicación moral de los principios, en lo que se juzga como hechos morales. En caso contrario, a pesar de darle un grado cognoscitivo a la intuición alejándola del mero sentimiento, se cae en el juicio prudencial Utilitarista. La razón sigue siendo instrumento del deseo.

El Intuicionismo establece la imposibilidad de resolver por medio de argumentos filosóficos el conflicto que supone la priorización entre los principios, apelando a la intuición. Sin embargo, no niega la posibilidad de realizar el planteamiento del elenco de los primeros principios por la vía argumentativa. La priorización entre los principios supone exponer razones de una elección entre ellos, y esto abre la posibilidad de la justificación moral de dicha priorización, que es al parecer una de las intenciones de Rawls: la justicia no se puede alejar del ámbito de lo moral y pasar a ser un juicio prudencial manipulable, que nos puede conducir al Utilitarismo criticado por el mismo autor. Sin embargo, su camino es la intuición individual de los principios y la posterior determinación y priorización por la vía del consenso, convirtiendo un juicio prudencial en moral por las simples circunstancias de la posición original. De esta forma desestima la moralidad de los primeros principios. Su crítica al Intuicionismo, de carecer de un criterio moral constructivo, se vuelve contra él mismo: su criterio es constructivo, pero de ninguna manera moral.

Bibliografía

Rawls, J. Teoría de la justicia, Fondo de Cultura económica, México 1979

[1] Cfr. Rawls, J. Teoría de la justicia, Fondo de Cultura económica, México 1979, p. 52

[2] Cfr. Ibíd. p. 53

[3] Ibíd. p. 56

[4] Ibíd. p. 54.

[5] Cfr. Ibíd. p. 57. En la figura 1: La curva II es un desplazamiento paralelo de la curva I.

[6] Cfr. Ibídem. La figura 2 representa curvas distintas para agentes con diferentes intereses sobre los mismos principios.

[7] Ibíd. p. 55.

[8] Ibíd. p. 23.

[9] Cfr. Ibíd. p. 57.

[10] Ibíd. p. 58

[11] Ibídem.

[12] Cfr. Ibíd. p. 59.

[13] Ibíd. p. 61.

[14] Ibídem.

[15] Cfr. Ibídem.

[16] Cfr. Ibíd. p. 64.

[17] Ibídem.

[18] Ibíd. p. 38.

[19] Ibíd. p. 65.