La unidad dinámica de la acción humana desde la Teleología de Santo Tomás de Aquino

Jhessus Erik Durand Cory

  La unidad dinámica de la acción humana desde
la teleología de Santo Tomás de Aquino

Susana Christiansen

Trabajo de Resumen

Análisis de textos II

 

El trabajo se organiza a lo largo de cuatro capítulos, que corresponden a cuatro niveles de especificación del tema:

 

·     El primer capítulo: Está dedicado a la presentación general de la doctrina tomista del fin, con especial atención a la teleología humana.

 

·    El segundo capítulo: Se centra en la presencia del fin en el acto, distinguiendo operaciones transeúntes e inmanentes. Estas operaciones generan hábitos, disposiciones estables, que son principio y fin del acto.

 

·       El tercer capítulo: Los hábitos y su relación con el fin. Algunas ideas sobre los hábitos y la
dimensión posesiva del fin último; se sientan las bases sobre la unidad.

 

·   El cuarto capítulo: Tratamos sobre el papel del hábito en la unidad de la vida humana. Se propone que en los hábitos el fin está de alguna manera presente en acto.

 

       

I.  FIN ÚLTIMO, FINALIDAD

1.      La finalidad en los seres naturales:

a. Todo obra por un fin:

– Es la formulación básica del principio tomista de la
causalidad final (Summa Theologiae I-II, q. 1, a. 2): “Todo agente obra necesariamente por un fin”.

 

b. Todo se dirige al fin por su operación:

– El agente accede al fin a través de la operación y no cualquier operación si no de la que “preexiste” en él, es decir la que corresponda a su forma.

– En la doctrina Tomista, el fin es considerado según dos dimensiones: finis cuius y finis quo. Santo Tomás señala que todos los seres tienen el mismo finis cuius (el Sumo Bien), pero diferente finis quo, porque el hombre posee el fin último con su actividad propia (cognoscendo et amando Deum) y las criaturas irracionales lo poseen en cuanto participan de la semejanza divina.

c. Conocimiento del fin en los seres naturales:

– Aquino señala que hay dos modos distintos en los que el agente se dirige al fin por su operación, el deliberado y el no deliberado. “Hay un doble conocimiento del fin: El conocimiento perfecto y el imperfecto. El conocimiento perfecto del fin compete sólo a la naturaleza racional. En cambio, el conocimiento imperfecto del fin se encuentra en los animales irracionales mediante los sentidos y la estimación natural” (Summa Theologiae I-II, q. 6, a. 2).

– El objeto propio del conocimiento sensible es lo particular sensible. Pero el conocimiento de la razón, supone captar una cualidad esencial de la cosa, que es inmaterial. (Cuando un animal descubre a otro como su presa, sólo lo capta como objeto que es fin. No aprehende la razón por lo que esa cosa le atrae y tampoco la proporción entre sus acciones y el alcance de su presa).

 

d. Ordenación al fin de los seres naturales:

– En el movimiento de los seres no cognoscentes la
autonomía es nula, porque no hay conocimiento de ningún tipo; en los agentes
irracionales, la autonomía es relativa, porque el conocimiento está limitado a
ciertos aspectos.

– Al ser incapaz de deliberación, el agente irracional
se mueve necesaria e inmediatamente, ante la presencia del fin.

– En los agentes irracionales, el movimiento a un fin
concreto resulta del conocimiento de la cosa que es fin; sin embargo, el
apetito está ya determinado por su inclinación natural.

– Tomás afirma que todos los seres tienden al fin
último, incluso aquellos que, careciendo de conocimiento intelectual, se
ordenan sólo a fines particulares.

 

2.      La finalidad de la acción humana:

a. Conocimiento del fin en la acción humana:

– En los seres irracionales vimos que su conocimiento es imperfecto, en cambio, en el hombre este conocimiento es perfecto.

– El hombre conoce, no sólo la cosa que es fin, sino también la razón por la cual esa cosa es fin para él. Este conocimiento habilita en él operaciones fundamentales como la deliberación y la elección.

 
i. 
Conocimiento intelectual especulativo del fin:

– Aquino distingue entre el finis cuius (la cosa que es fin) y el finis quo (la posesión del fin).

– La perfección del conocimiento del fin resulta de
tres objetos: la cosa que es fin; aquello por lo que es fin; y la proporción
entre el fin y lo ordenado a él.

– El intelecto especulativo conoce la cosa que es fin,
su esencia, y su razón de fin, su bondad, consideradas en sí mismas.

– Los demás elementos, la posesión del fin (finis quo)
y la proporción entre el fin y lo ordenado a él, no pueden ser objeto del
intelecto especulativo, porque no pueden conocerse separadamente.

                                                           

ii. El conocimiento habitual del fin:

– El acceso intelectual a las operaciones se da a través del conocimiento habitual: un conocimiento que no es intencional, objeto propio del intelecto especulativo, sino que es el conocimiento de un acto.

– En la Summa Theologiae I, q. 87, Tomás distingue entre el conocimiento del objeto de la facultad y el conocimiento del acto de la facultad.

– La noción de conocimiento habitual contribuye a profundizar en la naturaleza del fines quo, la dimensión subjetiva y dinámica de la finalización humana.

– El intelecto especulativo tiene por objeto el fines cuius (la cosa que es fin y su razón de fin), pero no puede conocer el fines quo (la posesión del fin).


iii.
Conocimiento intelectual práctico del fin:

– Mientras que el intelecto especulativo busca conocer verdades absolutas, el intelecto práctico busca conocer en orden a la operación.

– A través del conocimiento intelectual práctico, el agente conoce propiamente la finalidad, es decir, la tendencia a lo ordenado al fin por la apetición del bien.

– El bien como apetecible es el objeto del intelecto práctico.

 

b.  Ordenación humana al fin:

– Según Santo Tomás, el papel de la voluntad respecto al fin consiste en tres actos: El querer simple, la intención y el disfrute.

– El objeto del querer solo puede ser el fin.

– Unos de los elementos del conocer perfecto del fin es conocer. Este conocimiento permite distinguir el acto por el que el hombre se ordena al fin y el acto por el que se ordena a los medios. De hecho, el hombre puede querer el fin y no querer los medios, aunque siempre que quiera los medios lo hace en función del fin.

– Este modo de ordenación supone, por una parte, una jerarquía en la operación humana. Por otra, implica la apertura entre querer el fin y el querer de los medios.

– En lo que se refiere al ejercicio del acto, el querer del hombre depende de su voluntad (La moción subjetiva). Respecto a la moción objetiva, el objeto mueve en cuanto determina la especie del acto, como principio formal.

– Tomás explica que la inteligencia mueve la voluntad, presentándole su objeto. Sin embargo, la presencia del objeto presentado por la inteligencia, no implica que la voluntad lo quiera y esto por dos razones: 1) Por un lado, el movimiento de las pasiones puede aparecer como bueno algo malo, y en este sentido el apetito sensitivo puede mover la voluntad por parte del objeto. 2) Por otro lado, por el dominio que la voluntad tiene del ejercicio de acto (Cualquiera puede dejar de pensar en una cosa y por lo tanto no quererla).

 

 

II. LA ACCIÓN HUMANA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL FIN

1.      La acción desde su objeto y su fin:

a.Fin y medio en las acciones transitivas e inmanentes:

– En las operaciones transitivas la acción termina fuera del sujeto, mientras que en las inmanentes permanece en el sujeto.

– La acción transeúnte consiste en el proceso de producción del término de la operación. Una vez producido el fin, la acción termina; el medio ya no hace falta.

– La acción inmanente, en cambio, no tiene carácter de medio. La acción inmanente no media entre el agente y su objeto, sino que es la
unión del agente y el objeto.

– La finalización de las acciones inmanentes no puede expresarse en términos procesuales, como en las acciones transitivas, porque no hay un proceso sino una acción cumplida.

– La acción transitiva puede decirse incompleta, porque no existe junto a su fin; y la inmanente puede considerarse completa porque es concomitante con el fin.

 

b. Unidad en las acciones transitivas e inmanentes:

– El objeto de la acción y su fin nunca están unidos, aunque se reclaman el uno al otro.

– La acción inmanente consiste en la concomitancia del objeto y del fin. La acción resulta de la unión del sujeto en acto y el fin en acto, la unidad sujeto-fin es el principio del acto en el que consiste la acción.

– La unidad sujeto-fin dura mientras dure el ejercicio de la operación.

 

c. El conocimiento en las acciones transitivas e inmanentes:

– El ejercicio del conocimiento práctico permite al agente racional distinguir el acto por el que se ordena al fin, del acto por el que se ordena a los medios.

– El conocimiento del fin en las acciones transitivas no versa sobre la operación propiamente dicha, sino sobre su carácter medial, sobre su ordenación al fin.

– El conocimiento de estas acciones no es de orden práctico, sino que se trata del conocimiento de un acto: el acto de posesión del fin en el que consiste la acción inmanente.

– El conocimiento del acto corresponde al conocimiento habitual, que se produce por la sola presencia del acto.

– El conocimiento habitual capta la actualidad de la conmensuración del sujeto y el objeto con el fin.

 

2.      La acción desde el punto de vista del sujeto:

– El sujeto de la acción transitiva delibera sobre los medios y elige los que quiere. Su acción es personal y única, porque no está determinado en la elección de lo ordenado al fin.

– El sujeto de la acción inmanente no delibera sobre los medios, porque en la acción inmanente no hay medios. Sin embargo, no se da en ella la deliberación, que es uno de los elementos de la perfecta ordenación al fin.

– La libertad en la doctrina tomista es la condición de posibilidad de una vida personal y unitaria. La voluntad nunca se mueve necesariamente en cuanto al ejercicio del acto: actúa cuando quiere y porque quiere: “Digo necesariamente en cuanto a la especificación del acto, porque la voluntad no puede querer lo contrario; pero no lo digo en cuanto al ejercicio del acto” (TOMÁS DE AQUINO, De malo, q. 6, c.).

– La deliberación este caso no es acerca de los medios en relación al fin, sino del sujeto en relación al fin. No se delibera sobre el objeto de la acción, sino sobre el querer del sujeto en relación a la acción.

 

a.La libertad como de finalización:

– Se dice que algo está finalizado cunado posee efectivamente el fin. Como perfección de la naturaleza. El fines quo (la posesión del fin) es común a todos los seres irracionales.
Sin embargo, Aquino explica que el caso del hombre es diferente, porque, aunque comparte el fines cuius con los seres irracionales (el bien absoluto); su fines
quo
es propio.

– El fines quo de las criaturas irracionales es común a todas ellas porque deriva de una condición recibida. El hombre, en cambio, consigue el fin conociendo y amando, acciones personales de las que el hombre es sujeto.

– Tomás explica que el finis cuius es el mismo para todos, porque sólo hay un bien máximo; pero el fines quo es particular en cada hombre, porque un hombre puede poseer el fin más perfectamente que otro.

– La operación que dirige el agente irracional está determinada por su forma; la forma humana, en cambio, está abierta a la determinación operativa a través de la libertad de ejercicio.

– El hombre utiliza sus hábitos cuando quiere y forma los hábitos que quiere. Este dinamismo implica el dominio de la propia potencia operativa, su auto-orientación al fin por su operación.

– El fines quo es personal en la medida en que cada hombre se posee a sí mismo, esta posesión se manifiesta en la totalidad de su operación libre.

 

b. La eficacia como logro del fin:

– Aquino tiene en cuenta la supremacía de la perfección del acto – la voluntad no es igual de perfecta antes del acto que cuando está en acto- y en este sentido señala que el acto exterior añade algo a la perfección de la voluntad.

– Cuando se trata de la perfección de la voluntad en sí misma, es decir, cuando la voluntad es perfecta independientemente del acto exterior, entonces la multiplicidad de acciones no añade perfección. La razón es que la voluntad es perfecta porque está en acto, y el acto es fuente de unidad operativa.

– Una acción inmanente eficaz produce hábitos, a través de los cuales la voluntad puede ejercer su libertad, con una libertad personal. Libertad y eficacia se encuentran en el hacerse del hombre y en cierta forma la eficacia facilita el ejercicio de la libertad, a través de los hábitos.

III. LOS HÁBITOS COMO DISPOSICIÓN AL FIN ÚLTIMO

1.- Las pasiones y hábitos en relación con el fin:

a. La pasión como disposición del sujeto:

– Tomás de Aquino señala el modo en que la voluntad tiende al fin: “En un tercer modo, por la disposición del hombre, en cuanto según el Filósofo, según cada uno es, así le parece el fin” (TOMÁS DE AQUINO, De malo, q. 6, c.).

– El texto hace referencia a la disposición como elemento individualizador en la percepción del fin. Un mismo objeto puede presentarse distintamente a voluntades distintamente dispuestas – sea por naturaleza o por propia decisión – y según esa distinta percepción motivar elecciones diferentes. El razonamiento continúa distinguiendo la disposición natural y la disposición libre. Nos interesa aquí, la disposición libre, porque corresponde a los hábitos y a las pasiones.

– Las disposiciones libres son aquellas que no mueven necesariamente la voluntad y pueden ser movidas por la voluntad con mayor o menor dificultad. Estas disposiciones provienen de los hábitos y las pasiones, y nos inclinan a percibir más fácilmente un aspecto del bien particular sobre otros.

– Las pasiones pueden ser movidas más fácilmente que los hábitos.

– La pasión es un efecto del agente en el paciente, produce un movimiento físico.

– Existen tres formas en las que una disposición se relaciona con aquello a lo que dispone:

1) A veces es lo mismo y está en el mismo sujeto (P. Ej. La ciencia se dispone para una ciencia perfecta).

2) A veces está en el mismo sujeto, pero no es lo mismo (P. Ej. El calor es disposición para el fuego).

3) A veces ni es lo mismo ni está en el mismo sujeto (La imaginación es disposición para la ciencia, que está en el entendimiento).

 

– La disposición producida por la pasión corresponde al tercer tipo; ni es lo mismo de aquello a lo que dispone ni está en el sujeto, y sin embargo se relaciona con la voluntad de modo que la dispone en su movimiento al fin.

– Tomás de Aquino incluye una referencia a la unidad de la acción humana. Cuando explica que el hombre puede elegir ser afectado por la pasión, señala que esto perfecciona al hombre porque le dirige al fin de una manera más íntegra.

– La voluntad elige ser afectada por las pasiones que quiere y esta elección modifica el modo en el que cada hombre se dirige al fin.

– La pasión puede disponer la voluntad inclinándola a dirigirse al fin, si el sujeto elige dejarse afectar por ella. En este sentido, Tomás señala que se trata de una disposición voluntaria.

  

b. El hábito como disposición:

Aquino cita la definición aristotélica de hábito: “EL hábito es una disposición por el cual el sujeto está bien o mal dispuesto en sí mismo, o en relación con otra cosa” (TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae I-II, a. 1).

– Tomás se pregunta si es necesario que existan los hábitos. La respuesta consiste en una explicación de las condiciones necesarias, y son tres:

1) La primera: Que el sujeto que se dispone sea distinto de aquello a lo que se dispone, y así esté respecto de ello en relación de potencia a acto. Es decir, sólo los sujeto compuestos de acto y potencia son susceptibles de disposición.

2) La segunda: Lo que está en potencia para otra cosa, pueda ser determinado de muchas maneras y para diversos fines. Por ejemplo, Los seres naturales no tienen capacidad de disponerse a algo distinto, están ya especificados por naturaleza.

3) La Tercera: Que a disponer al sujeto a uno de aquellos modos para los que está en potencia concurran muchos elementos, que puedan conmensurarse de diversas maneras y el sujeto resulte así bien o mal dispuesto para la forma o para la operación.

– Este tercer punto es muy interesante. EL sujeto de la disposición debe estar no sólo abierto a la perfección, sino que su tendencia debe ser en cierta forma positivamente indeterminada.

– En este sentido, hábito es necesario para alcanzar el propio fin porque permite el uso de la libertad.

– El Aquinate explica que los hábitos son necesarios cuando una naturaleza es susceptible de disposición según tres condiciones:

 

i) El hábito como disposición de la naturaleza (1era condición): Tomás dice en qué consiste la disposición del hábito respecto de la naturaleza, dice que son disposiciones de lo perfecto para lo óptimo; y lo llamo perfecto. El hábito habilita la naturaleza para pasar de ser perfecta a ser óptima. El hábito añade a la forma como “hiperforma”; la función del hábito no es completar la forma sino perfeccionarla. La naturaleza no cambia, lo que cambia es la inclinación de la naturaleza, es decir, la perfección de la naturaleza.

 

ii) El hábito como principio de operaciones:

    El hábito como disposición a la operación (2da condición): El hábito importa no sólo a la misma naturaleza de la cosa, sino también, a la operación. El hábito dispone a la acción. Cada hombre está inclinado a determinadas operaciones, a las que tienden con más facilidad.
El hecho de estar inclinado a determinadas operaciones, supone que el hombre ha formado hábitos personales. Esto quiere decir que el orden al acto se hace personal a través del hábito. El hábito no es operación, sino principio de operación. El agente racional realiza su libertad mediante los hábitos. Tomás señala que cada hábito se relaciona con un acto no solo en tanto que ejecutado, sino en cuanto bien o mal ejecutado; por tanto, el hábito tiene siempre una dimensión teleológica, porque dispone bien o mal a la naturaleza respecto a su
fin.  El contenido teleológico respecto del agente, hace del hábito un principio de operaciones inmanentes, de operaciones personales en sentido estricto.

 

      El hábito como principio según la causalidad (3era condición): Nos parece que la causalidad del hábito puede entenderse según la causalidad final, formal y agente. El hábito especifica la inclinación de la potencia humana a la operación según lo conveniente a la naturaleza. En este sentido, es principio de operaciones como causa final, porque determina la potencia, la orienta a un fin. El hábito es una cualidad de la forma. Estamos ante una causalidad formal quees personal. Es decir, nos referimos al hábito como perfección de la facultad. El hábito es una forma permanente, una cualidad difícilmente removible. Se trata de un modo de poseer la propia operación y por lo tanto de poseer el propio fin. Aquino llama al hábito un modo de poseernos a nosotros mismos. Si lo que poseemos es nuestra operación personalizada de acuerdo con nuestros hábitos, entonces el hábito como posesión de operaciones es fuente de unidad, porque es la unidad sujeto-fin en la que consiste la operación inmanente. El hábito habilita al agente en cuanto tal. El hábito es principio de operaciones según una causalidad personal, única.El carácter personal de la causalidad del hábito no es explícito en Tomás de Aquino. Sin embargo, no es ajeno a su pensamiento.

 

IV. LOS HÁBITOS COMO REALIZACIÓN DEL FIN ÚLTIMO

1.- El hábito y la fruición:

– La fruición (placer-gozo) manifiesta el carácter final del hábito. Para Tomás de Aquino, la fruición forma parte del acto perfecto; es consecuencia de la posesión del fin y facilita la operación.

– El hecho que el perfeccionamiento del hombre sea deleitable implica que en él hay cierta plenitud, hay un fin poseído, porque el disfrute es un acto que sólo se da cuando se consigue el fin. Aristóteles explica que la fruición no existe mientras estamos en el proceso de llegar a ser algo, sino cuando ya lo somos. Tomás dice que la operación perfecta, más noble, tiene que provenir de un hábito para ser deleitable. El hábito es deleitable porque es connatural al sujeto. La fruición manifiesta que el fin está presente en el hábito

 

  

2.- EL hábito y el fin último:

– El hábito no sobreviene a la operación, sino que es provocado por el agente. Desde este punto de vista, su contenido teleológico puede decirse intrínseco. El hábito introduce en la naturaleza una finalidad intrínseca y personal. Aquino explica que un cambio en estas disposiciones – pasiones y hábitos – supone un cambio en la percepción del fin, y por tanto en la orientación de su operación.

– La relación entre el hábito y el fin último se cifra en la permanencia del fin en el sujeto, en la posesión estable del fin, que es fuente de unidad de su acción.

 

3.- Los hábitos como causa de unidad operativa:

En el libro IV de la Metafísica, Aristóteles propone tres modos en que lo plural puede decirse uno. Aquino recoge estos tres modos:

 

a.      Lo múltiple puede decirse uno según la referencia al fin: Aquino explica que muchas cosas pueden decirse una si se refieren a un único fin; por ejemplo, Se llama sano a lo que sana (medicina), al que está sano (como al animal), a lo que conserva la salud (como la dieta), porque todo ello tiene por fin la salud.

 

b.     La segunda manera tiene que ver con la causalidad eficiente: Aristóteles explica que el término curativo se dice tanto del médico como de la medicina, porque ambos producen la salud, ambos son su causa eficiente. El hábito hace que las acciones que derivan de él sean perfectivas de las formas, no sólo que tiendan a esa perfección como fin, sino que causen la perfección efectivamente.

 

c.        Propone la unidad que resulta de la participación en el mismo sujeto, a la manera en la que los accidentes, las propiedades, etc. son uno con la sustancia en la que reside. Las acciones son accidentes del agente. En este sentido son uno con él. Sin embargo, las
operaciones no permanecen en el sujeto de manera permanente. Las operaciones inmanentes permanecen en el sujeto mientras dura la operación. Si la unidad de las operaciones estuviera basada en la unidad entre las operaciones y el agente sería una unidad temporalmente fragmentaria.

 

Como disposición operativa estable, los hábitos permanecen en el agente y son
capaces de causar la unidad operativa. Gracias al hábito el agente posee establemente el fin por concomitancia y connaturalidad. En este caso, la unidad operativa que causa el hábito es la unidad causada por una finalidad personal.

En resumen, el papel del hábito en la unidad operativa tiene que ver tanto con
la causalidad final, como con la causalidad eficiente y formal. En este sentido, hemos llamado unidad dinámica de la acción a la unidad operativa que causa el hábito, porque se trata de una unidad que se da en distintos niveles (final, eficiente y formal) y que se especifica distintamente en cada hombre (según los hábitos personales). 

 

4.- La unidad dinámica de la acción:

– Aquino explica que las cosas que son especies por sí mismas o por algo que le es propio, no pueden disminuir o aumentar sin perder su especie. Por. Ejemplo, el calor, si el calor disminuye pierde su especie, porque pasa a ser frío.

– Los hábitos aumentan o disminuyen dependiendo de los objetos a los que se extienden y de su participación en el sujeto según su disposición, atendiendo tanto a su naturaleza como a su operación.

– La unidad que causan los hábitos es dinámica, incluye tanto el objeto como el sujeto de los hábitos, y éste según su naturaleza y según su operación personal.

– Tomás explica que el aumento del hábito produce siempre algo en el sujeto, pero reitera que no se trata de una nueva forma, sino que el sujeto participa más perfectamente de la forma preexistente o que esa forma se extiende a más objetos.

– El aumento por intensificación supone poseer ya en cierta forma el hábito. La forma modificada por los hábitos actúa principalmente para promover el bien del que ya se disfruta.

– Según la doctrina tomista, el hombre no puede poseer perfectamente el fin último por su propia virtud, y en este sentido siempre tiende a algo que no posee.

– La consideración del fin último orienta las decisiones del agente, contribuye a la coherencia de sus operaciones, pero la sola tendencia al fin último no produce la unidad dinámica de las acciones, que requiere la posesión actual de la facultad operativa a través de los hábitos.